El escritor y el protagonista. Sobre estas líneas Manuel Vega Alocén con su nuevo libro y José Humberto Sánchez, en una de las pocas fotografías que se conservan de él.

Manuel Vega Alocén (Madrid, 1963) compagina su labor como director del centro penitenciario de Eivissa con la de escritor, tanto de libros de carácter jurídico como de narrativa. Tras el éxito de La huida del teniente Alili Messaud (Editorial Círculo Rojo, 2015), basado en la figura del militar argelino que escapó de su país en helicóptero el 7 de junio de 1998, ahora se ha centrado en otro personaje completamente distinto para su nuevo trabajo, El testimonio de José Humberto Sánchez (Editorial Círculo Rojo, 2015).

Una vida de película

Según explicó el propio Manuel Vega Alocén ayer a este periódico su nuevo libro narra «la historia apasionante de un hombre extraordinario». Tal y como recoge el libro, nacido el 29 de mayo de 1930 en la ciudad boliviana de Potosí, José Humberto Sánchez fue el tercero de seis hermanos fruto del matrimonio formado por Juan Emilio, un almeriense emigado a Bolivia, y Andrea, una mujer que le inculcó «su amor por Jesucristo». Perdió a su padre con diez años y al terminar el Bachillerato, con 18 ingresa en el Colegio Militar para cursar los estudios de Ingeniería aunque la Revolución Militar de 1952 da al traste con sus planes y tras resultar herido es trasladado para recuperarse a un hospital de Argentina mientras la policía de su país va tras sus pasos. Por ello, decide exiliarse en Brasil aunque sus primeros días allí no fueron fáciles puesto que llegó «con lo puesto, con las manos en los bolsillos y sin la cantidad mínima para pagar el alquiler de un cuarto compartido».

Afortunadamente consigue dos trabajos, uno por la mañana y otro por la tarde, y los compagina brevemente con sus estudios de Ingeniería, hasta que un encuentro con una mujer indigente le hace plantearse la idea de ordenarse sacerdote jesuita. Tras una carta de recomendación viaja hasta el colegio de Sarriá en Barcelona aunque allí se replantea su decisión y tras trabajar de delineante dibujando fachadas de iglesias se traslada como voluntario a la leprosería de Fontilles, en Alicante. Tras abandonarla y trabajar de peón albañil viaja a Holanda con su hermano Luis que estudia Derecho Internacional y después de año y medio en situación irregular fregando platos en un hotel llega a Alemania sabiendo únicamente dos palabras en alemán.

Allí, José Humberto no tarda en conseguir el permiso de trabajo y su primer empleo como descargador de muelles en el puerto de Hamburgo. De ahí pasa a ser electricista en Siemens y «casi de un día para otro, se convierte en Cónsul General de Bolivia en esta ciudad gracias a las gestiones de su hermano mayor». En el cargo estuvo cinco años, tiempo en el que se casa con una mujer alemana llamada Rosemarie y con esfuerzo, treinta años después, aparece como un hombre que ha conseguido crear gracias a inventos suyos como la faja o el botón de seguridad su empresa Segufix, con delegaciones en distintas capitales del mundo. Sin embargo no es feliz «consigo mismo» y José Humberto se sumerje en el alcohol, las drogas y la prostitución hasta que se convierte en un activo predicador «del amor de nuestro señor Jesucristo».
Después de varios años de voluntariado activo en Alemania en 2003, con 73 años su vida «se derrumba», separándose de su mujer. Finalmente se traslada a Eivissa para desconectar y «pasar apenas unos días en el Hotel Los Molinos» aunque al poco tiempo, el flechazo con la isla es tan grande que decide comprarse un humilde piso en una séptima planta en Figueretes. Desde allí comienza a ayudar a personas con problemas de drogas y se hace voluntario de la Pastoral Penitenciaria de Cáritas visitando a los presos. Precisamente allí es donde conoce a Manuel Vega Alocén, aunque éste asegura que sólo reparó en él «una tarde de verano cuando la escritora María Vallejo Nájera acudió al centro a dar una charla a los internos para explicarles una experiencia de su libro El mensajero de la noche».

Encuentro con Manuel Vega Alocén

«La primera vez que me cruce con José Humberto Sánchez, un hombre mayor, pequeño de estatura pero compacto de cuerpo, con el pelo blanco cortado a cepillo y una barba blanca bien recortada, me dió la impresión de que era un monje sin hábito» explicó ayer el autor del libro con una gran sonrisa. Sin embargo, Vega Alocén no le dio mucha importancia hasta que varios meses después, le pidió una reunión para hablarle de unos clases sobre educación y valores que quería impartir a los presos. A partir de ahí se suceden las entrevistas y el interés del director de la cárcel sobre la figura del boliviano fue creciendo hasta que surgió la idea de escribir un libro sobre él.

Desgraciadamente la relación entre ambos no fue lo extensa que ambos hubieran querido porque el 2 de junio de 2014 José Humberto falleció en el hospital público Can Misses a los 84 años de edad sin poder cumplir uno de sus últimos sueños, «volver a casarse con Rosita y vivir juntos en Eivissa como ya habían planeado».
«José Humberto Sánchez es un ejemplo contrario a todo lo que vemos actualmente en la televisión y en el deporte por ejemplo, tenía mucho dinero, éxito empresarial, y una posición acomodada pero decidió vivir de una manera humilde en Eivissa con tal de ayudar a otras personas que lo están pasando mal», explicó ayer Manuel Vega Alocén con respecto al protagonista de su obra. Por ello, el director del centro penitenciario de Eivissa asegura que «sería muy interesante que muchos adolescentes de la isla conocieran su figura, se fijaran en los valores que le movieron a lo largo de su vida y supieran que de vez en cuando la vida, también nos pone en el camino a hombres extraordinarios».