Fotografía de V. Domínguez de los 70 donde aparece Broner (primero por la derecha). | V. Domínguez

Llegó de manera accidental a Eivissa. Era el año 1933 y el arquitecto Erwin Broner huía del régimen de Hitler como tantos otros compatriotas alemanes. Después de pasar un tiempo en Suiza, Broner y su amigo Manfred Heninger deciden viajar a Mallorca para buscar un lugar donde instalarse junto a sus familias. La casualidad quiso que el pequeño barco de vapor que los trasladaba desde Barcelona a Mallorca hiciera escala de madrugada en Eivissa. Su flechazo con la isla fue inmediato. En el trabajo de investigación «Erwin Broner, Ibiza 1934: relato de un instante», los arquitectos Héctor García-Diego y María Villanueva definen ese momento como «un enamoramiento a la manera platónica que lo arrastraría a lo largo de su vida».

El arquitecto formó parte, a partir de ese momento, de la colonia de extranjeros, mayoritariamente alemanes que huían del nacionalsocialismo, que a en esos años habían fijado su residencia en Eivissa como el filósofo Walter Benjamin, el fotógrafo Raoul Hausmann o el pintor Will Faber. A diferencia de la gran mayoría de extranjeros, que optaban por vivir en el interior de la isla, Broner decidió desde el primer momento vivir en la ciudad. Con todos sus bienes confiscados por las autoridades en tierra alemana y separado de su primera mujer, Erwin Broner dejó atrás su pasado e hizo una inmersión en la isla que le llevó a empaparse de la arquitectura rural ibicenca y la manera en la que se integraba en la naturaleza.

Recorrió la isla en bicicleta y fotografió todas las casas que encontraba por el camino, sobre las que tomaba notas y medidas. En palabras del propio Broner, «estas viviendas de los campesinos ibicencos constituyen una sorpresa para el arquitecto moderno que queda entusiasmado ante la simplicidad y sencillez que presentan estas construcciones del campo».

Tras el inicio de la Guerra Civil española, Broner decide viajar por Europa y acaba emigrando a Estados Unidos, donde conoce a Gisela, la que se convertirá en su pareja definitiva, y con la que volverá en 1959 a Eivissa para instalarse definitivamente y donde hizo realidad sus mejores ideas tanto en arquitectura como en pintura como fundador del grupo Ibiza 59.

Tal vez esta calle que lleva hoy su nombre en el barrio de es Viver no es la más apropiada para un arquitecto que amaba las construcciones tradicionales ibicencas. Para una persona que se resistió a ser un turista más y que salpicó la isla de edificios con personalidad propia.