Hazel Morgan, presidenta de Amics de la Terra, pero antes ceramista durante quince años con puesto en el mercadillo de Es Canar y profesora del colegio Morna cuando éste estaba en Sant Carles, aparca con exquisita puntualidad su furgoneta blanca en el aparcamiento de la playa de Talamanca. Bajo un incómodo viento que sopla frío para lo que han sido estos últimos días, desciende del vehículo acompañada de su hermana Rose Marie, también Morgan, y escritora de profesión, dispuesta a convertirse en la segunda Sardina Negra de este recién estrenado 2016. Viste, como es costumbre en ella con ropa cómoda, jersey y camiseta gris, parka, pantalón negro y bolso marrón oscuro de cuero, y mientras el aire juega con su pelo corto y rubio nos regala una tras otra decenas de sonrisas mientras explica su forma de entender la vida y nos da consejos para cambiar el mundo y Eivissa en particular.

Esta mujer, bajita, dicharachera, con un castellano típicamente británico y de convicciones fuertes e inamovibles, nació hace 71 años en un pequeño pueblo del sur de Inglaterra siendo la menor de cuatro hermanas. De su padre heredó su pasión por la naturaleza y por vivir en libertad, y tras una juventud digna de una heroína de novela – viajó a bordo de un barco por medio mundo en compañía de su primer marido y sus hijos –, en invierno de 1972 tuvo su primer contacto con Eivissa. Asegura con una gran sonrisa que se enamoró tanto de la isla que decidió volver, un par de años después, para quedarse definitivamente.

Gracias a ello, nuestra isla ha ganado una de las más firmes defensoras de la naturaleza, el medio ambiente y el ahorro de energía que se recuerdan y con ella al frente, la asociación Amics de la Terra ha pasado de ser un grupo de voluntarios a una organización totalmente consolidada «con oficina y con trabajadores propios». Sin embargo, esta británica que en 2011 fue galardonada con el Premi 8 de març a la mujer trabajadora por parte de la Associació de Dones Progressistes de Eivissa y Formentera es mucho más. Nuestra segunda Sardina Negra de 2016 es, ante todo, un libro abierto con el que aprendes a cada paso que das. Por eso, nuestro paseo por Ses Feixes, lugar donde nos cita para la entrevista porque es «el símbolo de lo que podía ser un paraíso de la botánica, la naturaleza y el turismo sostenible si hubiera políticos más inteligentes», es sencillamente una lección de vida.

—Oyéndola hablar, su amor por la naturaleza y el medio ambiente es contagioso... ¿de dónde lo heredó?

—Bueno en parte de mi padre. Nací la menor de cuatro hermanas en un pequeño pueblo del sur de Inglaterra y siempre mi padre nos permitió que nos relacionáramos con la naturaleza y jugáramos libremente. Subíamos todo el día a los árboles y corríamos por los ríos... todo lo contrario que hacen los niños de hoy en día que están enganchados siempre a las maquinitas y los teléfonos móviles.

—Cuatro hijas. ¿Cómo lo llevaba su padre?

—(risas). Como podía la verdad. Lo hacía lo mejor que podía teniendo en cuenta que trabajaba en una agencia inmobiliaria y teníamos que cambiar de casa cada pocos meses. Sin embargo, lejos de que esto fuera un trauma creo que fue algo divertido que nos marcó para bien.

—¿Y para controlarlas a todas?

—(risas) Difícil, pero lo conseguía. A pesar de que yo era especialmente rebelde nos dejaba cierta libertad y eso nos vino bien para nuestra educación. Todavía me acuerdo de la campana que tenía para llamarnos a la hora de comer o cuando se hacía tarde y como muchas veces nosotras no hacíamos caso. Y en cambio, muy pocas veces nos castigó.

—Eso suena casi a adolescencia de película. ¿Cómo fue su juventud?

—Pues también un poco diferente a lo que estamos acostumbrados. Por ejemplo, con mi primer marido, que era profesor de arte, cuando tenía vacaciones recorrimos medio mundo viajando en barco. Estuvimos viviendo en la costa de Francia, Grecia e incluso Florida.

—¿Qué bonito no?

—(risas). En parte sí, pero llegó un momento que acabé odiando los barcos y ahora me cuesta subirme a uno. No se puede imaginar lo que es pasar largas travesías en alta mar con niños. Es bonito pero también muy complicado.

—¿Y cómo llegó a Eivissa?

—Aún lo recuerdo como si fuera ayer. Fue en invierno de 1972 en compañía de mi marido y mis dos hijos. Alquilamos una casa en Can Furnet y yo me enamoré tanto de la isla que supe que había encontrado mi lugar en el mundo. Así que dos años después, ya separada decidí volver y quedarme definitivamente.

—Así, tal cual. A la aventura.

—Claro ¿por qué no? Yo por aquel entonces tenía 28 años y a mi regreso de Estados Unidos decidí que quería vivir aquí. Primero viví en una casa payesa y luego con unos pocos ahorros conseguí un terreno y con ayuda de amigos me pude construir una pequeña casita que es aún donde vivo.

—Y finalmente entra en Amics de la Terra. ¿Cómo fue aquello?

—Bueno si le digo la verdad casi fue por despiste. Yo antes había trabajado en el Colegio Morna cuando estaba en Sant Carles y allí había pasado cinco años maravillosos inventando talleres y formas de enseñar muy originales, pero de un día para otro Pep Ribas me convenció para ayudar en la organización. Y al final acabé involucrándome tanto que casi sin darme cuenta fui secretaria y después presidenta. Además mi estancia en Amics de la Terra me vino muy bien al principio para mejorar mi nivel de español ya que tuve que redactar muchas actas (risas).

—Me imagino que en todo este tiempo la organización ha cambiado mucho ¿no?

—Sobre todo ha crecido mucho. Hemos pasado de ser unos voluntarios con muchas ideas pero sin sede fija a, gracias a una donación por parte de una fundación inglesa, contratar a una persona y acabar teniendo una oficina. Incluso, ahora son dos, Jordi y Juanjo, un lujo.

—Han logrado convertirse en un referente en la lucha por la defensa del medio ambiente tanto en Eivissa como en Balears. ¿Cuál ha sido su secreto?

—Sobre todo nuestra coherencia a la hora de tratar los temas y ser fieles siempre a cuatro ámbitos de trabajo: alimentación, energía, residuos y patrimonio. La coherencia es la base de un buen funcionamiento en todos los ámbitos de la vida.

—Pero también es importante la concienciación, sin ella no hay nada...

—Por supuesto. Otro de los secretos de Amics de la Terra es que somos muy participativos y promovemos muchas actividades a lo largo del año.

—Fundamentalmente entre los niños, ¿ellos son el futuro?

—Claro que sí, pero tampoco nos podemos olvidar de los adultos. Estoy harto de aquellos que ponen excusas y se olvidan del presente. No podemos dejarles un planeta en ruinas y pensar que serán nuestros jóvenes quienes lo arreglen.

—¿Cuál es la base entonces de todos los problemas del mundo?

—El tipo de capitalismo en el que vivimos. Fijate como estará el tema que hasta la Iglesia actual lo denuncia. Tenemos que ser más coherentes en lo que consumimos y no dejar todo en mano de grandes empresas mientras miramos para otro lado.

—¿El mundo está a punto de reventar?

—Sin ninguna duda. Y si no se lo cree sólo tiene que ver las advertencias que nos está mandando la tierra en forma de sequías, inundaciones, huracanes... Y siempre se repite la misma frase... «los peores desastres en los últimos 70, 80 o 90 años»...

—¿Y Eivissa?

—Lo mismo. El verano pasado creo que también fue una advertencia. Creo que hay pocas personas en la isla, de los que realmente les interesa el medio ambiente y el lugar en el que viven, que no vean que ya que estamos a punto de estallar.

—¿Pero como lo cambiamos?

—Primero siendo conscientes de que hay que cambiar el sistema. Tenemos saturadas las carreteras, las depuradoras no dan más de sí, el emisario de Talamanca revienta día si y día no... Por eso nosotros, por ejemplo, estamos insistiendo todo lo que podemos en convencer a los ayuntamientos de la isla de que no den licencias de construcción sin garantías de un correcto funcionamiento de la red de suministro de agua potable o depuración de residuos.

—¿Y Ses Feixes? Porque nos ha citado aquí...

—Porque es una de las grandes oportunidades desaprovechadas por los distintos gobiernos que han pasado por el Consell y el Ayuntamiento de Eivissa. Sería una zona para sentirnos orgullosos y por el contrario lo único que nos sentimos es avergonzados. Podríamos aprovechar sus enormes posibilidades para que se convirtiera en un referente de un turismo invernal que recorre España entera para la observación de aves si se construyera, por ejemplo, un centro de interpretación y un centro de observación de aves. Pero desgraciadamente a día de hoy solo hay suciedad y okupas que viven a sus anchas sin que nadie les diga nada.

—¿Pero no había ya un proyecto sobre esto?

—Lo hizo Albert Prats cuando fue conseller de Medio Ambiente. Junto a su equipo consiguió una importante cantidad económica del Ministerio y de los fondos europeos pero al final todo quedó casi en nada. Sólo se ha invertido en construir unos conductos de acero debajo de cada feixa y en comenzar el circuito de agua dulce. Así que no me vale cuando los políticos dicen que sobre Ses Feixes no hay proyecto, lo que no hay son ganas e interés.

LA PREGUNTA

—¿Comoes la relación de Amics de la Terracon las instituciones políticas?

—(risas). Pues hay un poco de todo. Por lo general nos llevamos bien y nos respetan pero también hay algunos que no pueden ni vernos. Tenga en cuenta que somos muy pesados cuando queremos denunciar algo para que todo el mundo lo conozca. Siempre actuamos dentro de la legalidad pero no paramos y eso al final nos granjea enemigos.

EL TEST

Un libro

The Poisonwood Bible de Barbara Kingsolver.

Perfecta para entender lo que pasó en lo que se llamaba el Congo belga

Una película

2001. Una odisea en el espacio

Una serie

No veo la televisión

Un cantante o un grupo

Joan Baez

Un color

El azul

Un plato de cocina

Berberechos al vapor con Albariño y si puede ser comidos en Galicia

Un lugar de la isla donde perderse

La costa de Es Amunts

Un viaje que nunca olvidará

Uno que hice a la Toscana en verano para aprender cerámica

Un objeto fetiche

No tengo

Una manía

Que los suelos estén lo más limpios posibles

Un defecto

Soy impaciente

Una virtud

Soy generosa