El anuncio de la rehabilitación del baluarte de Sant Jordi, el último de los siete que quedaba por restaurar, ha vuelto a poner sobre la mesa la importancia del conjunto amurallado de Dalt Vila. Con estas obras se culminará el trabajo llevado a cabo en los últimos años desde 1999 cuando la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad las murallas renacentistas, uno de los pocos sistemas defensivos con baluartes que ha conservado su estructura desde su construcción a mediados del siglo XVI.

Los baluartes de las murallas, vitales para garantizar la seguridad de los habitantes de la isla hace cinco siglos, son en la actualidad uno de los principales atractivos turísticos de Eivissa y se han reconvertido en museos al aire libre y en espacios que albergan numerosas actividades culturales. Una función diametralmente opuesta a la que tuvieron tras su construcción.

Defensa ante los corsarios

En un tiempo en que los ataques de los corsarios otomanos eran constantes en la costa del Mediterráneo, la necesidad de una nueva fortificación fue obligada. La triple muralla construida en época musulmana no era suficiente para garantizar la seguridad y había que hacer algo para frenar el frente turco. En 1552, el entonces príncipe Felipe decide tomar cartas en el asunto y encargar la construcción de una nueva fortificación que amplía su perímetro y rodea nuevas partes de la ciudad que habían nacido en épocas posteriores.

El encargo se hace al prestigioso ingeniero italiano Gianbattista Calvi, que proyectó unas murallas con seis baluartes, uno menos de los que acabó teniendo. Las construcciones sobresalen de la muralla con forma de pentágono y suponían una versión más moderna de los sistemas defensivos. Lo explica de una manera muy pedagógica Ángeles Martín, coordinadora de los centros museizados del Ayuntamiento de Vila. «Hasta ahora el elemento defensivo más importante era la torre pero, por sus dimensiones, no podía albergar grandes cañones», señala. A lo largo del siglo XV, la artillería se convirtió en arma estrella en los ataques a castillos y ciudades y se necesitaban espacios más grandes que las torres para albergar este tipo de armas.

Nuevas murallas

Las murallas medievales, que hasta ahora se consideraban más poderosas cuanto más altas eran, pasaron a ser blancos fáciles para la nueva artillería. Por eso, las nuevas construcciones tendieron a reducir su altura y ampliar su grosor de manera que se ofrecía menos blanco al enemigo y se aguantaba mejor el impacto de los proyectiles.

Además, su forma pentagonal crea un sistema de tiro cruzado que permite ampliar el radio de protección y permite batir cualquier enemigo que se acercara a cualquier punto de la fortificación. Las antiguas torres circulares dejaban ángulos muertos y había zonas que no podían ser abatidas por fuego desde las torres vecinas.

Los baluartes además estaban dotados de casamatas, cubiertas o descubiertas, que alojaban los cañones y permitían tener la pólvora a mano y a cubierto.

Cambio de ingeniero

El prestigioso ingeniero italiano que proyectó las murallas iniciales murió entre 1564 y 1565 en Perpiñán antes de que la fortificación estuviera acabada. Por este motivo, el rey Felipe II requiere los servicios del también ingeniero italiano Giacomo Paleazzo ‘el Fratín’, que reformó y amplió el proyecto original de Calvi en el año 1575.

No fue el único de los contratiempos de la construcción de las murallas. En 1558, el maestro de obra ibicenco Antoni Jaume, el hombre de confianza de Calvi, murió ahogado en uno de sus viajes que realizaba para recibir instrucciones de superior y recoger dinero de la Corona para sufragar las obras del recinto.

Fratín amplió el baluarte de Sant Joan hacia levante y alargó la muralla en esta dirección. En su extremo decidió construir un nuevo baluarte: el de Santa Llúcia. A partir de este punto, el acantilado natural hacía innecesaria la continuidad de la muralla. De esta manera, únicamente una fortificación completementaria, como acabó siendo es Revellí, cerraba el espacio comprendido entre el baluarte de Santa Tecla y los acantilados.

La muralla de Dalt Vila acabó de ser construida a finales del siglo XVI. Su ubicación, en lo alto del puig de Vila, fue clave para defender definitivamente de los piratas y hoy nos regala unas magníficas vistas de ses Salines, Platja d’en Bossa y Formentera.

En detalle

BALUARTE DE SANT PERE

Es uno de los más complejos al situarse en un gran desnivel

Este baluarte ocupa el noroeste del recinto y es uno de los más complejos porque está situado en un gran desnivel. En la casamata de Sant Pere se encuentra una reproducción del andamiaje original e información sobre las dificultades que entrañó la construcción de la fortaleza. Este baluarte acogió entre los años 70 y 80 una discoteca.

BALUARTE DE SANT JAUME

Se muestran cañones y armas de fuego de la época

En el baluarte de Sant Jaume está representada la tecnología militar de los siglos XVI al XVIII. Se exponen cañones, un mortero pesado, mosquetes, espadas o cascos. Durante el siglo XVI proliferó el uso de armas de fuego, mientras que en el XVIII se usaban cañones más ligeros que disparaban bolas rígidas de hierro o botes de metralla que estallaban en el aire.

BALUARTE DE SANT JORDI

El baluarte más antiguo de los siete se rehabilitará este año

Es el baluarte más antiguo de los siete que conforman el recinto amurallado y el único que quedaba por rehabilitar. La empresa Refoart S.L. acometerá la restauración de este baluarte a partir del próximo mes de febrero y tendrá un año para llevar a cabo esta obra. La obra cuenta con un presupuesto de 402.913 euros de los que Fomento aporta un 70%.

BALUARTE DE SANT BERNAT

Desde aquí vemos unas magníficas vistas de Formentera

El baluarte de Sant Bernat está situado en la parte posterior del castillo, que en un futuro se prevé que se convierta en parador. Tras unas obras de restauración y conservación, se volvió a abrir al público en diciembre de 2010. Este baluarte está unido al de Sant Jordi por la ronda de la Almudaina. Desde aquí se ven unas magníficas vistas a Formentera.

BALUARTE DE SANTA TECLA

Está junto a la Catedral y acabó perdiendo su función defensiva

El baluarte de Santa Tecla está situado a los pies del ábside de la Catedral. Formaba parte del recinto diseñado por el ingeniero Gianbattista Calvi pero su funcionalidad defensiva quedó reducida con la construcción del Revellín que proyectó Fratín. Con esta obra, excepto el flanco y la casamata de poniente, el resto de elementos del baluarte dejaron de estar operativos.

BALUARTE DE SANTA LLÚCIA

Albergó refugios antiaéreos durante la Guerra Civil

Situado sobre el barrio de sa Penya, alberga un antiguo polvorín del siglo XVIII. Aquí tuvo lugar un trágico suceso en 1730 por un rayo que hizo explotar grandes cantidades de pólvora y provocó la muerte de 15 personas. Durante la Guerra Civil se construyeron refugios antiaéreos. Desde este año, se dejarán de celebrar aquí conciertos, excepto el Festival de Jazz.

BALUARTE DE SANT JOAN

Su estructura se cambió para crear la entrada de vehículos

Desde Santa Llúcia se desciende sobre el adarve de la muralla por encima del Portal de ses Taules hasta llegar al baluarte de Sant Joan. Está orientado hacia el barrio de La Marina y acoge el Museu d’Art Contemporani (MACE) y dos garitas de vigilancia. La estructura del baluarte fue modificada en los años 60 del siglo pasado para crear la única entrada de vehículos al recinto.

LA NOTA

Los mil usos de los baluartes

Desde su construcción, los baluartes se han visto sometidos a múltiples cambios para adaptarlos a diferentes usos. Los más importantes se produjeron durante la Guerra Civil española. El baluarte de Santa Llúcia está hueco por dentro, ya que tiene en el subsuelo galerías excavadas que se construyeron como refugios aéreos en esa época. En los años 60, muchos baluartes se precintaron para albergar tanques de agua.

Hoy en día los baluartes son lienzos para muchos graffiteros pero, sin duda, el uso más llamativo es el de Sant Pere, donde hubo una discoteca en los años 70-80.