Julià Verdera echó los dientes entre los pasillos y la recepción del hotel Figueretes que inauguró su padre a finales de los 50 enfrente de la playa. En un tiempo en que los propietarios de los hoteles vivían en las mismas habitaciones de sus establecimientos, Julià estaba predestinado a seguir la tradición familiar.

Carmen Tur, amiga y trabajadora jubilada del hotel, lo define como «uno de los hombres más hombres que ha habido en Eivissa». Como presidente de la Asociación de Vecinos de Ses Figueretes impulsó un barrio muy degradado y reclamó a las instituciones de la isla parques y campos de fútbol. Julià se implicó con la gente necesitada hasta el punto que, según Tur, «todo el mundo que tenía un problema acudía a él».

Esa cercanía a la gente la aplicó también a sus empleados. Su hijo Damià explica que los trabajadores de sus hoteles «más que empleados eran familia». De hecho, Toni Ferrer, trabajador desde la década de los 60, recuerda que, cuando estaba en la cocina del hotel, Julià se sentaba junto a él y le ayudaba a pelar patatas mientras charlaban. Todavía hoy, más de la mitad de plantilla lleva trabajando más de dos décadas junto a los Verdera.

Las personas que más le conocían destacan también de él su lado juerguista. A los 15 años ponía un cojín en su cama para despistar a su abuela, que pensaba que dormía mientrás él se iba de fiesta. Fue precisamente esa facilidad para las relaciones públicas la que hizo que su hotel se llenara año tras año. Los clientes repetían cada temporada y le invitaban a sus países, de manera que se pasaba el invierno recorriendo media Europa de casa en casa.

Se casó con Denise, una trabajadora de la empresa Avis que llegó a Eivissa en los años 70 cuando en la isla solo había cinco Seats 600 y que decidió quedarse aquí a pesar del fuerte choque cultural que supuso para una británica como ella vivir aquí.

Julià Verdera murió en el año 2000 a los 54 años de edad y tuvo uno de los entierros mas multitudinarios que se recuerdan entre las que se mezclaron autoridades, gitanos y los hombres más ricos de Eivissa. Como curiosidad, uno de los colectivos que más lloró su muerte fue el de los senegaleses porque, como cuenta Damià, ayudaba a todo el mundo independientemente de la raza o la condición social.

Poco después de su muerte, el Ayuntamiento de Vila propuso a la familia ponerle el nombre de Julià Verdera a la plaza que está en el paseo de ses Figueretes justo enfrente del hotel donde vivió la mayor parte de su vida.

PLAZA DE JULIÀ VERDERA

La transformación de ses Figueretes desde los años 60

Pepe Verdera, el padre de Julià, fue uno de esos visionarios ibicencos que primero vislumbraron el potencial turístico de la isla. En los 50 compró unos terrenos junto a la playa para construir el hotel Figueretes, uno de los primeros de Eivissa pero antes tuvo que escuchar cómo le llamaban loco. En los terrenos donde levantó el hotel solo había campos de algarrobos, de almendros y las higueras que le dieron nombre al que acabaría convirtiéndose en barrio. Y lo hizo como se hacía antes. Por partes, inaugurando nuevas estancias verano tras verano. El tiempo le dio la razón y acabó inaugurando el hotel Ibiza Playa en 1965 y los apartamentos Mar y Playa en los 80.

Fue a partir de la década de los 70 cuando se inició la urbanización de la zona y la configuración del barrio de ses Figueretes culminó con la construcción del paseo marítimo a mediados de la década de los 80.

En la actualidad la zona dispone de más de una decena de establecimientos hoteleros y numerosos apartamentos turísticos.