Nacida en Santa Gertrudis, María Torres, es una mujer de cuna y raíces ibicencas, pues sus padres y abuelos nacieron también en la isla. «Mi vida es muy larga, nada menos que 70 años de larga, y en todo este tiempo me he dedicado a muchas cosas».

Así comienza su historia que, desde sus inicios, se vio unida al campo, no sólo porque vivieran en él sino porque también lo trabajaban. «Yo he sido pastora, he trabajado en el huerto... En aquellos tiempos el trabajo era mucho más duro que ahora pero igualmente éramos felices».

«Como no había otra cosa, teníamos que salir a pastorear las ovejas», una época de la que guarda buenas anécdotas como, por ejemplo, cuando se vestía con las flores blancas del río para que el rebaño la siguiera. Recuerda una Eivissa más pura durante su niñez, sobre todo entre sus 10 y 20 años, cuando las puertas podían dejarse abiertas y no había peligros. «Entonces lo único que hacíamos extraordinario en toda la semana era ir a misa los domingos y quedarnos esa tarde charlando en un cruce de caminos; nada que ver con ahora, que hay demasiadas cosas para entretenerse». Sin embargo, reconoce también que le gusta este siglo en el que la vida le resulta más fácil, «y más aún ahora que estoy jubilada», comenta entre risas.

Al cumplir 20 años se mudaron a la capital y fue entonces cuando entró en el mundo de la costura.

Su inicio en la costura

«Yo de pequeña había ido a bordar y hacía los trabajos de casa, pero hasta que no vinimos a Eivissa no trabajé activamente en ello». 35 años estuvo dedicada a coser en un taller donde hacían desde calcetines, blusas, vestidos, pantalones y camisas hasta sombreros. «Cuando comenzó la época de los hippies fue cuando me puse a coser, porque se ganaba más cosiendo que bordando».

Durante esos años la moda varió mucho, pero casi todo era Adlib, «por épocas se fueron poniendo de moda unos colores u otros. Cosimos mucha ropa blanca, que últimamente también se está reactivando, pero a lo largo de tantos años hemos trabajado todos los estilos», pasando, así, por todas las etapas de la costura. Y lo bueno, según reconoce, es que aunque haya tenido que coser mucho es una labor que disfruta, por eso ahora continúa impartiendo varios talleres de costura.

Y aunque ha cosido ya de todo confiesa que su gran afición son las prendas típicas ibicencas algo que aprendió de manera autodidacta. «Mi madre me decía que yo nunca sabría coser, pero le dije ‘ya veremos’ y cuando quise aprender me enseñé a mi mismas fijándome en otros trajes». Tan sólo sacó la máquina de su casa 23 días para aprender a bordar algunos detalles, «lo hacía tan bien que una señora para la que trabajé decía que hacía pasar mis bordados a máquina como si fueran hechos a mano».

Algo más tarde se sacó los carnés de artesana y maestra artesana en espardenyes y sombreros. «Me gusta mucho la tradición del ball pagès y por eso aprendí también a confeccionar la ropa típica. Mis hijas bailan desde que tenían 12 años y la ropa costaba cara comprarla». Por aquel entonces sólo había dos señoras mayores que supieran hacer el calzado típico y pensó que tarde o temprano se terminaría perdiendo la tradición.

Así, en 1994 aprendió a hacerlas y desde el año 2000 imparte cursos, para enseñar también a otros, en varios municipios de la isla. «A la gente le gusta mucho ya que continúa habiendo una arraigada tradición por el baile, aún hay muchas collas hoy día y a cada curso vienen en torno a 15 personas a las que instruyo y ayudo dependiendo de lo que quieran elaborar». Sin embargo, no es sencillo elaborarlas y «si en seis meses de cursillo consigues hacer unas espardenyes puedes irte bien satisfecha porque un par te lleva entre 50 o 60 horas de trabajo». Claro que todo es cuestión de dedicación , como decía su abuela: “Las manos nunca se cansan”, y menos aún las de María Torres.