Minaya Benavente, en la sede del Periódico de Ibiza y Formentera. | Daniel Espinosa

Minaya Benavente Cano (Madrid, 1972) es psicóloga de profesión y vocal del Colegio de Psicólogos de Balears de Eivissa y Formentera. En esta entrevista expone su postura acerca del fenómeno del botellón en los adolescentes.

—La edad de inicio de consumo de alcohol es cada vez más temprana, ¿Por qué cree que se produce esta situación?

—Hay un montón de factores, como la educación familiar y en el colegio o la publicidad de las empresas alcohólicas, aunque ahora se han quitado y no se puede publicitar pero para mí se resume en una cosa: la falta de límites desde que son pequeños.

—¿Cómo se debería corregir esta situación?

—Lo primero de todo es la educación. Desde que son pequeñitos hay que darles información de lo perjudicial que puede ser beber alcohol o consumir determinado tipo de sustancias. En la adolescencia es cuando el cerebro más crece, está cogiendo más capacidades de aprendizaje, de memoria, de saber relacionar, de solución de problemas. Es la base para que esas neuronas funcionen bien en la edad adulta. Cuando hay consumo de estas sustancias, muchas de estas neuronas se pueden ver dañadas. Hay que hacer una educación desde el inicio, como la de las campañas del cinturón de seguridad en el coche; que no tengamos alcohol a la vista por la casa y fomentemos otra forma de divertirse, como hacer deporte u otras actividades que podamos hacer con ellos como ir a la playa o la montaña. En fin, actividades lúdicas y divertidas en los que no tenga que haber alcohol. En los colegios debería haber más educación sobre el tema, igual que se les educa para dar las gracias o respetar a los demás, que se les inculque el respeto a uno mismo, que sean conscientes del daño que puede hacer el alcohol. También deberían mejorarse protocolos de actuación, no hacer un tabú sino normalizarlo. Muchas veces salen ejemplos de estos chavales con estas conductas tan malas pero hay muchos más jóvenes con conductas maravillosas. Soy partidaria de que se fomenten más este tipo de conductas y eso nos valdría de ejemplo.

—Pero lo que no es normal es que los adolescentes beban alcohol.

—Por ley no pueden comprar ni consumir alcohol los menores de 18 años. No es normal lo que ha pasado en el botellón de Sant Antoni. Eran niños de 13 y 14 años y con esa edad no deberían estar fuera de su casa a las tres de la mañana. Si lo están tendría que haber padres controlando.

—¿Qué determinantes psicosociales intervienen en la aparición del botellón?

—El botellón ha existido toda la vida. ¿Determinantes? Me reúno con los amigos y por no quedar mal, como pasa con el tabaco, bebo. Cuando uno bebe alcohol se desinhibe, parece que te lo pasas mejor pero no hay un control y peor a esas edades tan tempranas.

—¿Consumen más alcohol los adolescentes de ahora que los de antes?

—Creo que se bebe de otra forma, sin respeto. El botellón ha habido toda la vida. En los institutos, al final de curso, se bebía una litrona de cerveza entre una docena pero hoy en día es todo a lo bestia. Si quieres un coche, quiero un Lamborghini. En el alcohol, no tomas una cerveza sino te vas al vodka. Es como todo a lo grande. Y luego la falta de respeto por el entorno. Falta educación cívica. Creo, por otra parte, que los adultos tienen miedo a llamar la atención a estos chicos, porque es un deber de los ciudadanos que si ven a menores fumando o bebiendo en una plaza hay que llamar a la Policía. Tenemos recursos y seguridad para poder solventar estas situaciones.

—¿Cómo se puede reconducir esta situación?

—A través de la educación, primero en la familia, y luego en los colegios. Igual que se dan charlas de prevención de enfermedades sexuales, por ejemplo, pienso que iría bien que fueran personas que han tenido problemas con el alcohol a los institutos para dar charlas, a explicar su vida. Y también a nivel fisiológico explicarles el daño que hace al hígado o las neuronas.

—Hay quien piensa que si un menor se toma una copa mejor que sea con su padre. ¿Qué opina de ello?

—Si hay un cultivo de confianza mejor en casa que no fuera pero depende a qué edad. No corresponde que con 13 años se le de una copa de vino, aunque sea por un día especial. Vamos a hacer las cosas como corresponde.

—¿Y el botellón de Sant Antoni es un hecho aislado?

—Quiero creer que es un hecho aislado, pero es verdad que ves muchos jóvenes en esa situación, pero no igual a esos límites.

—¿Y ayuda la imagen de Eivissa como un destino de fiesta?

—Puede ayudar porque hay más alcance, pero lo de Sant Antoni ha ocurrido en invierno. Pienso que pasa en todos lados, no sólo aquí. Una cosa buena de Eivissa es que al mundo de discotecas, como volar en avión, estamos más acostumbrados. Sabes que es un porro desde pequeño porque en la playa se lo están fumando pero se puede enfocar bien diciéndole «mira qué vergüenza lo que hacen en la playa».

—¿El alcohol lleva a consumir otras drogas?

—No es que pueda llevar pero entras en un ambiente que suele llevar a ello. Obviamente si un niño de 13 años está apuntado a vela u otro deporte y tiene competiciones los fines de semana, es más difícil que se meta en ese mundo si no sale por la noche. Hay que buscarle otras motivaciones a los niños, deporte o, por ejemplo, robótica. Muchas veces el tema del alcohol aparece porque tienen un poco mermadas sus capacidades de relacionarse y cuando uno bebe alcohol se desinhibe.

—¿La administración debería intensificar los controles por la venta de alcohol a menores?

—Sí, por supuesto habría que sancionar. Es una ilegalidad, pero es cierto que siempre hay menores con carnés falsificados.