Vivimos en una época en la que la mayoría de consumidores prefiere llenar su carro a toda velocidad sin prácticamente detenerse para nada. Como si de una carrera se tratara, las prisas dominan al cliente, que solo se detiene en la obligada y tediosa pausa al pasar por caja. Ante este panorama, se agradece el trato distendido y apacible de los comerciantes de proximidad, los que podemos encontrar en los mercados de las Pitiüses. Son tenderos de toda la vida, que conocen bien su profesión y que sirven de nexo de unión entre el campo y la mesa, ofreciendo una gran sabiduría a cambio de llenar el senalló con productos de la tierra, que ahora llaman de kilómetro cero.

En esta ocasión nos detenemos en el Frutas y Verduras Maria, un pequeños puesto del Mercado Municipal de Santa Eulària que resiste como puede a la presión de las grandes superficies. Lo regentan desde hace tres décadas Maria Guasch y Joan Ruiz, un matrimonio que podría pasarse horas seguidas hablando de los productos que comercializan si no fuera porque tienen una clientela que atender.

Aprovechando un momento en que su pasillo se vacía, ella nos destaca algunos de los productos locales que vende. Señala las espinacas (1,00 euro/manojo), la lechuga (1,00 euro/unidad) o la cebolla tierna (1,25 euros/manojo). De éstas últimas destaca que «ahora, y durante toda la primavera, es su mejor momento, cuando están más buenas».

Cita las zanahorias (1,50 euros/kilo), también cultivadas en Eivissa, y que llenan una caja con ejemplares de muy diversos tamaños, algunos simplemente espectaculares.

En ese momento interviene Joan, de origen granadino pero que habla un ibicenco impecable («M’ha empeltat aquí», dice sobre sus dos amores, Maria y la isla). «Estas zanahorias son grandes (apunta a una que deben medir 35 centímetros) pero a veces tenemos otras mucho más grandes». Se enzarza entonces en una serie de comentarios sobre las dimensiones de sus hortalizas.

«No solo son las zanahorias, también tenemos unas calabazas enormes, unos manojos de goigs de casi un kilo y en verano una variedad de tomates de Formentera que pesan fácilmente entre 700 gramos y un kilo cada uno», afirma. Sin mediar palabra, toma aire y sentencia: «Aquí todo lo tenemos grande». Y es que, en las cosas del comer, el tamaño parece que sí importa.

Sobre la citada variedad de tomate, Joan detalla que un formenterés le facilitó semillas hará entre 30 y 40 años.

«Las llamaba pit de dona. Son un tipo cor de bou, de piel muy fina y color rosado. Cada año guardo las semillas del ejemplar más grande para plantar yo mismo la siguiente cosecha», comenta.

«Pero de esos no tendré hasta verano», advierte, a la vez que anuncia que en un par de semanas ya dispondrá de los primeros ejemplares de la temporada de una variedad autóctona de alcachofa. «En este caso son más pequeñas y a largadas de lo normal y tienen un color violeta y son casi silvestres, no admiten casi riego», manifiesta el comerciante.

«Lo que sí que tengo ahora es patata roja ibicenca», exclama. Precisa que es ideal para cualquier guisado, ya que puede cocerse mucho rato sin que se reblandezca. Su precio es de 1,50 euros/kilo, el mismo que el de la variedad denominada desiré. «Es más común porque su planta es mucho más productiva, su textura es blanca y se puede usar igualmente para un guisat sin deshacerse». Joan seguiría hablando más tiempo con nosotros, pero se une a su mujer para atender a unas clientas que acaban de pararse frente a su puesto. Otro día seguiremos, Joan.