Ernest Ehrenfeld llegó por primera vez a Eivissa en el año 1952. Aquí decidió establecerse y dejar atrás la intensa vida que había llevado a sus espaldas en la Alemania nazi, donde estuvo seis meses en la cárcel, y durante su exilio en Francia y Argelia, donde ejerció de agente de la propiedad inmobiliaria.

Una vez en la isla, colgó su traje de ejecutivo para convertirse en un bohemio experto en el mundo del arte que viajaba frecuentemente a Europa para vender las pinturas de sus representados, entre ellos el mallorquín Miquel Rivera Bagur, un artista considerado el máximo exponente del ‘ingenuismo pictórico’ de las Balears.

Ehrenfeld fue, durante los años 60, el prototipo de bohemio extranjero que tanto abundaba en esa época. El jurista Mariano Llobet lo recuerda como una persona muy abierta, «de esas a las que cuando das la mano sabes que puedes mantener una conversación con él», a quien igual podías encontrar en una galería de a rte que en una discoteca. Llobet cuenta que, en una ocasión, le invitó a su casa de Formentera a presenciar una cantada payesa. Ernest llegó a ser muy popular entre sus vecinos, que siempre le veían paseando por las calles de la Marina y la Bomba, donde vivía en un pequeño piso y en los cafés del puerto de Vila, en los que era conocido simplemente como n’Ernesto. A secas. Tal y como fue nombrado en su esquela mortuoria.

En 1978, meses antes de que muriera, el bohemio marchante de arte decidió hacer testamento. Legó sus bienes y algunos cuadros a sus amigos pero quiso que la mayor parte de su fortuna fuera destinada a una fundación que llevara su nombre dedicada a becar estudiantes con talento y sin recursos. El Ehrenfeld divertido, hablador y bohemio fue, sin embargo, extremadamente discreto sobre una decisión que incluso sus más allegados no conocieron hasta después de su muerte. «Nunca me dijo nada sobre eso. En cualquier caso, cuando me enteré no me sorprendió porque lo consideraba una buena persona», explicaba Mariano Llobet.

El personaje de Ernest Ehrenfeld es, a día de hoy, un gran desconocido para la mayoría de los ibicencos a pesar de tener una calle con su nombre en el barrio de Cas Serres. Una calle que alberga el Edificio Polivalente que acoge la Biblioteca Pública Insular y que ha sido hasta hace unos meses la sede de la Universidad a Distancia (UNED). Una calle llena de sabiduría donde seguramente transitan algunos de los estudiantes ibicencos con talento que Ehrenfeld quiso premiar con el dinero que hizo en vida.

Becas para ibicencos con mucho talento y escasos recursos

La Fundación Ehrenfeld se constituyó en Eivissa el 14 de enero de 1985 con un capital inicial de unos 44 millones de las antiguas pesetas. El capital de esta fundación estaba depositado en un banco suizo, bajo la condición de que no pudiera ser repatriado en un periodo de veinte años durante los cuales únicamente se podía disponer de los intereses generados para destinarlo a la dotación de unas becas destinada a estudiantes de Educación Primaria, ESO, Bachillerato o estudios equivalentes que deben reunir una serie de requisitos: ser vecinos de la ciudad de Eivissa, huérfanos de padre y madre o huérfanos de padre o madre que tengan escasos recursos económicos.

La primera beca se otorgó en el año 1990, 12 años después de su muerte. Meses antes, Ernest Ehrenfeld decidió dejar la mayor parte de su fortuna a la fundación que llevaba su nombre cuya presidencia debía recaer en el alcalde de Eivissa. También legó al Ayuntamiento de Vila una colección de una veintena de cuadros del artista Rivera Bagur.