Maurici y Valeria, junto a la coordinadora Anna Tur en una cafetería. | Toni Escobar

A simple vista parecen unos amigos que está charlando de manera distendida mientras toman un café. Y probablemente así lo sea tras unos cuantos encuentros. Maurici Cuesta y Valeria Primo son una de las parejas que forman parte del Voluntariat Lingüístic organizado por el Ayuntamiento de Vila y el Institut d’Estudis Eivissencs. Ella es de nacionalidad brasileña, vive en Eivissa hace 7 años y pone todo su empeño en aprender a hablar en catalán aunque reconoce que no es fácil. No tanto por la dificultad del idioma sino por los propios catalanoparlantes a los que muchas veces les cuesta dirigirse en su lengua materna a personas de otros lugares. «La gente no te identifica como autóctona y muchas veces te habla en castellano por tu aspecto. Yo les pido que me hablen en catalán pero enseguida se pasan al castellano», explica resignada.

Maurici, por su parte, dice que participa en este programa para facilitar la integración de la gente pero, sobre todo, por «militancia lingüística». Para ello, no solo se sienta en una cafetería junto a su pareja a hablar sino que también pasean por la Marina o el puerto para utilizar otro tipo de vocabulario como el de los pescadores y, a la vez, «caminar y hablar, una buena costumbre que se está perdiendo».

Hasta el mercadillo de Las Dalias se fue hace unos días la pareja formada por la ecuatoriana Susana González y el mallorquín Carles Vich, que hoy aprovechan para practicar en una frutería de Vila.

Él es mallorquín, profesor interino y lleva solo meses viviendo en Eivissa y confiesa que, durante los encuentros, no solo aprende Susana: «Es una cuestión bidireccional. Tú les enseñas catalán y ellos te cuentan muchas cosas de la cultura y, sobre todo, la gastronomía de sus países». Además, es una manera de poner a prueba el conocimiento que los catalanoparlantes tienen de su propia lengua. Confiesa, entre risas, que el otro día le preguntó cómo se decía en catalán «parabrisas» y lo tuvo que buscar en el diccionario porque no lo sabía.

Susana escucha atentamente las palabras de su pareja lingüística y, finalmente, se arranca a hablar en catalán. Tiene tan solo 18 años, estudia en el Institut Santa Maria de Vila y es la más joven de las participantes. La coordinadora del programa, Anna Tur, destaca la facilidad que ha tenido para aprender la lengua teniendo en cuenta que solo lleva cinco meses en la isla. «Cuanto más jóvenes son, mas rápido aprenden», señala.

Tur hace un llamamiento a las personas que hablan en catalán para que se hagan voluntarios porque ahora hay más gente que quiere aprender que la que puede enseñar. Deja claro que no se trata de una actividad académica y garantiza una conversación animada, una manera desenfadada de intercambiar conocimientos y de aprender catalán con naturalidad.