Toni Roca, escritor y periodista, asegura que el primer recuerdo que le viene a memoria cuando piensa en su madre es la imagen de ella con un libro en la mano. Aurora Pineda i Ramón era una lectora voraz y usuaria habitual de la antigua biblioteca que se ubicaba en el número 1 de Vara de Rey y cuyo local ocupa hoy un establecimiento de ocio de una multinacional americana. Fundada en 1930, fue hasta los 80 la única biblioteca de la isla y fuente de sabiduría de ibicencos que se resistían a seguir la tradición rural y marinera en la que estaba inmersa la isla durante la primera parte del siglo pasado.

Aurora Pineda fue una de ellas y no solo se convirtió en unas de las pocas mujeres de su época que decidió y pudo seguir estudiando sino también en la primera ibicenca que completó una carrera universitaria.

Nacida en una familia de comerciantes de la Marina en el año 1909, tuvo desde pequeña muchas inquietudes culturales que le llevaron a comenzar el bachillerato cuando ya había cumplido los 15 años y que consiguió acabar en tan solo un par de años.

Como tantos ibicencos de la época, hizo los exámenes finales en la Universidad de Murcia y en 1929 comenzó a estudiar en Barcelona Filosofía y Letras. Carrera que acabó en Valencia y cuya licenciatura obtuvo el 5 de marzo de 1936.

Sus primeros pinitos como maestra los hizo tres años antes como ayudante interina gratuita adscrita a la cátedra de francés en el entonces llamado Instituto de Segunda Enseñanza que se ubicaba en el antiguo convento de los Dominicos de Dalt Vila. Una experiencia docente que la convirtió además en la primera mujer que tuvo actividad académica en un instituto de secundaria en Eivissa.

Cuando acabó los estudios, en 1942 ganó la plaza de profesora ayudante de clases prácticas de Geografía e Historia a pesar de haber contraído matrimonio tres años antes con el mallorquín Miquel Roca Salvà.

Años después, la familia se trasladó a vivir a Palma donde Aurora continuó la actividad docente durante unos años más hasta que, un tiempo después, decidió abandonar su profesión para cuidar a sus tres hijos, a los que siempre transmitió la necesidad de continuar los estudios.