Pere Sala pasará a la historia como uno de los corsarios que tuvieron la misión de combatir los numerosos barcos con bandera inglesa que, durante el siglo XVIII, navegaban por aguas pitiusas.

Sus heroicas peripecias en defensa de los intereses de la islas fueron célebres. En agosto de 1797, a bordo del jabeque Virgen del Rosario y San José, Sala capturó una embarcación inglesa armada con 14 cañones que procedía de Formentera y causó la muerte de seis miembros de la tripulación.

Pocos días después le avisaron de la presencia de un barco inglés junto a una tartana mallorquina cargada de bacalao y castañas. Lo localizaron en los alrededores del islote de es Vedrà pero no fue hasta el día siguiente cuando comenzó el intercambio de cañonazos entre ambas naves cerca de sa Conillera aunque el barco inglés consiguió escapar tras lanzar al mar todo el peso que pudo.

En 1798, Pere Sala recibió el encargo de escoltar a un convoy de seis mercantes que navegaban de Cartagena a Eivissa. Cuando estaban a solo doce millas del cabo de Sant Antoni, descubrieron un velero inglés con 18 cañones. Según señala la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera, el corsario comprendió que para salvar a sus embarcaciones tenía que enfrentarse a los ingleses a pesar de la superioridad contraria.

En mitad del enfrentamiento, recibió un grave disparo que obligó a su padre, el también corsario Joan Sala, a asumir el mando del combate. Mientras la tripulación inglesa se ocupaba de apagar el fuego de cubierta ocasionado por el ataque ibicenco, Joan Sala ordenó seguir disparando los cañones del barco Cornel que causaron unos grandes agujeros en la nave inglesa, que no tuvo otra opción que huir con más de cuarenta muertos sobre su cubierta en dirección a Gibraltar.

Pere Sala recibió la extremaunción en alta mar y murió al día siguiente sin poder llegar a puerto. Su viuda, Margalida Ferrer, recibió una pensión vitalicia por parte de la Corona de 8 reales de billón diarios que, como hecho excepcional, mantuvo incluso después de su posterior matrimonio con otro hombre.

Sala, enterrado en la iglesia del Convent de Santo Domingo, tiene una calle con su nombre en el barrio de la Marina, muy cerca del puerto desde donde salió en numerosas ocasiones para defender las embarcaciones de las Pitiüses.