A Patricia no le importa que su inquilino, el que tiene en su ático de la avenida de España, realquile la vivienda desde hace años, «prácticamente desde el momento que se lo alquilé». La dueña considera que aunque el arrendatario tiene un trabajo fijo y bien remunerado no es de su incumbencia que se haga un dinero extra desde entonces, «lo que no me parece tan bien es que me llame para cambiar hasta una bombilla», dice, «ya que gana dinero con la vivienda que se haga cargo de tenerla a punto, que menos» apostilla. Pero este año, después de una remodelación de la casa, decidió subir el precio de su vivienda, «que es actualmente de 900 euros en un piso de 3 habitaciones». Y aquí empezaron sus problemas porque al arrendatario no le parece oportuna esta subida «y además desde entonces tarda mucho en pagar». Así es que Patricia, la dueña de la vivienda, se está pensando si un alquiler en temporada no será mejor que «aguantar a alguien todo el año que no hace más que pedir».
Elsa no puede más y sus vecinos tampoco. Vive en un edificio muy céntrico en la zona del Mercado Viejo de Eivissa y desde hace dos años los problemas son continuos.
Su vecino de arriba alquiló su vivienda y comenzaron los problemas. Los nuevos inquilinos se pusieron de obras y decidieron hacer un hotel pirata. La vivienda de arriba se convirtió en un hotel de 5 habitaciones con baño y la escalera del edificio en un «no parar de turistas y maletas día y noche». «El dueño de la vivienda avisado del asunto no puede hacer nada». Porque la historia no acaba aquí «como el inquilino vio que su proyecto de hotel no iba a funcionar, decidió subalquilar la vivienda a otras personas». Eso sí, se aseguró los ingresos porque los nuevos le pagaron «de golpe» 6.000 euros para alquilar la vivienda. Los nuevos, a los que los vecinos llaman «okupas», no entienden nada y Elsa tampoco. Entiende perfectamente a los «subinquilinos» y al dueño de la vivienda, que en su desesperación ataca a los «okupas, incluso físicamente», para que abandonen la vivienda.
Patricia, la del inquilino que realquila, todavía se acuerda de una familia «que cuando dejaron la vivienda tuve que cambiar los electrodomésticos y los muebles, que estaban podridos de la humedad y la herrumbre». Por eso, Patricia a partir de ahora pedirá como mínimo 2 meses de fianza, «porque si no no me da para pagar los desperfectos; y me estoy pensando alquilarlo por temporada», concluye.