Adrián Pineda, nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana es de esas personas vocacionales que transmite pasión en todo lo que hace y al que se le iluminan los ojos cuando nos cuenta sus inicios y sus nuevos proyectos dentro de la danza. Incluso, su pasión por este mundo es tal que no tienen ningún problema en cambiarse de ropa, ponerse una camisa de lunares que le queda como un guante, un sombrero rojo y una botas para, desafiando a la gravedad, al calor y al siempre traicionero empedrado del Patio de Armas de Dalt Vila, dar varios saltos y pasos para la sesión de fotos.

Afortunadamente a sus 26 años recién cumplidos, Pineda se encuentra en plena forma, demostrando por su agilidad y coordinación que de no haber sido bailarín podría haber sido gimnasta. Al no haber sido así, Eivissa se puede permitir el lujo de poder disfrutar de un joven que desde que decidió comenzar en la danza con 15 años y viajar a Madrid para estudiar en el Conservatorio Profesional Comandante Fortea ha luchado intensamente por conseguir su gran sueño, ser bailarín. Su curriculum, tanto de participaciones como de espectáculos propios es impresionante para alguien de su edad y eso, que casi no ha bailado en discotecas ni se ha presentado a ninguno de los programas de televisión que se han puesto tanto de moda últimamente. Y es que nuestra Sardina Negra de esta semana lo tiene muy claro: «Un bailarín no se hace en apenas tres meses».

—¿Cómo lo hace para estar tan en forma? Es increíble que no se haya matado con los saltos y pasos que ha dado en un lugar tan complicado como el Patio de Armas de Dalt Vila...

—(risas). Pues entrenando mucho. Un bailarín no sólo tiene que estudiar danza sino que tiene que seguir una rutina muy dura en un gimnasio.

—¿Y cuál es el entrenamiento que tengo que seguir para estar como usted?

—(risas). Fundamentalmente mucho estiramiento. Aquí no se trata de ganar músculo sino de ser flexible, sobre todo en las piernas. Además hay que tener bien los gemelos para el zapateado. Y eso sí, mi hora de ballet clásico no me la quita nadie.

—Escuchándole y viéndole, es usted completamente vocacional. ¿Cómo comenzó en la danza?

—La verdad que sí. Se puede decir que la danza me rescató porque yo de pequeño era muy travieso y mal estudiante. Además, fue un poco por casualidad. Un día, con 15 años, iba paseando con mi madre y al pasar por delante de In, una escuela de danza que había enfrente del Portal Nou de Vila le dije que quería estudiar flamenco. Imagínate su cara. No se lo creía (risas).

—¿Y cómo se lo tomó?

—Fenomenal la verdad. Mis padres me han apoyado siempre e incluso me pagaban las mensualidades correspondientes, que ascendían a 55 euros. Eso sí, luego cuando le dije con 17 años que me quería ir al Conservatorio a estudiar, como padres responsables que son, me obligaron a tener todo aprobado.

—¿Por qué el flamenco? Parece que Eivissa y flamenco son, a priori, dos palabras que no pegan mucho...

—La verdad que sí. Y menos en aquellos tiempos cuando yo empecé y no había casi lugares donde estudiar y donde ver espectáculos de este tipo. Pero bueno, a mi todo me viene porque mi abuelo era un gran cantante aficionado y al tener parte de mi familia de La puebla de cazalla, en Sevilla, siempre he ido de fiesta y romería con amigos, la guitarra, el cajón y el cante.

—¿Fue muy duro trasladarse a Madrid siendo tan joven?

—Pues no mucho. Más allá de estar separado de mi familia tuve la suerte de contar con el gran apoyo de dos amigas mías también bailarinas, Nieves Portas y Rocío Osuna, que me ayudaron mucho para preparar los exámenes de acceso y luego en mi estancia en Madrid. Eso sí, una vez más sin mi familia no hubiera sido posible cumplir mi sueño porque ellos me pagaron la carrera.

—¿Es complicada?

—Como todo, pero en general exige mucho sacrificio. Aún recuerdo como en fechas como Reyes o Nochevieja yo me tenía que quedar en Madrid porque a la mañana siguiente tenía ensayo a las ocho y media y no había aviones para ver a mi familia.

—Creo que el esfuerzo a merecido la pena ¿no?

—Por supuesto. He encontrado mi lugar en el mundo gracias a la danza. Y creo, sinceramente, que no se hacer muchas más cosas que se me den bien.

—Ya será menos. Una cosa, ¿recuerda su primera actuación?

—Por supuesto. Tenía tantos nervios que pasé dos días sin comer y sin dormir. Y eso que sólo tenía que hacer un baile de dos minutos y medio del palo de las sevillanas que ahora para mí, gracias a la experiencia, es muy sencillo.

—¿Cuál es su palo preferido?

—Bueno hay muchos. De hecho estoy seguro que nadie es capaz de manejarlos todos bien. Pero si me tengo que quedar con alguno sería la soleá por bulerías porque es un estilo en el que hay que manejar mucho el compás, demostrar lo que estás pensando y ponerle mucho sentimiento. Es uno de los más bonitos pero también uno de los más complicados.

—¿Y nunca le ha picado el gusanillo de, siendo de Eivissa, bailar en una discoteca o en algún beach club?

—No mucho la verdad. Lo mio es otra cosa. No digo que si me llamaran y me ofrecieran algo bueno no lo aceptara pero no me llena. Yo me quedo con el flamenco o la danza española.

—¿Pero se imagina subido a un podium bailando para miles de personas? Para una bailarín tiene que ser muy importante...

—Bueno ya lo hice una vez. Fue en Amnesia cuando nos contrataron para hacer un espectáculo de flamenco.

—¿Sí? ¿Y como fue? No parece que esa discoteca sea el lugar ideal para este tipo de baile.

—(risas) Fue una experiencia muy curiosa. Fusionaron el baile con la música electrónica y con una puesta en escena y unas luces brutales. Eso sí, no es lo mío.

—¿Es verdad que hay mucha competencia en ese mundo?

—Muchísima. A Eivissa llega muchísima gente de todas partes de España buscando bailar durante una temporada para hacerse un nombre. Además, desgraciadamente no está nada bien pagado el tema.

—¿Cree que tal vez por eso haya tanta fiebre actualmente en la isla por el baile? Cada vez hay más academias en la isla.

—Puede ser, pero sí, es verdad, cada día que pasa abren una nueva (risas). Yo cuando empecé solo había tres academias Capricorn, Centro de Danza y en la que aprendí yo, In. Y ahora creo que hay 16. Y todas funcionan fenomenal. Creo que parte del éxito también se debe a lo que se ve en los programas de televisión. A los jóvenes se les llena la cabeza con falsas ilusiones y eso es un problema.

—No me diga que a usted no se le ha pasado por la cabeza apuntarse a un casting...

—(risas) Pues no. Fundamentalmente porque no creo que un bailarín pueda aprender en apenas tres meses lo que en ocho de carrera en un conservatorio. Es más, ni siquiera creo que se pueda aprender en ocho. Eso sí, lo que te dan estos programas es la posibilidad de hacerte un nombre y poder acceder un contrato para luego seguir mejorando y hacer carrera.

—¿Es eso lo que le dice a sus alumnos?

—(risas) En parte. También les digo que como son jóvenes disfruten de la vida y que vayan paso a paso porque hay algunas que ya quieren bailar donde yo ni siquiera lo he hecho. Pero sí, les digo que estudien y que se formen, que la vida pasa muy deprisa y luego te arrepientes.

—También me han pedido que le de las gracias porque usted es muy solidario...

— (risas) Gracias. Y me gustaría serlo más pero desgraciadamente no tengo tiempo.

—Es que usted no para de organizar espectáculos. ¿De dónde saca el tiempo?

—(risas) Eso me pregunto yo. De aquí y de allá aunque es complicado porque son muchas cosas. Por ejemplo, Pétalos de copla, el más grande que hemos organizado hasta ahora se nos fue de las manos. Éramos siete músicos, una bailarina, un pianista, mi madre haciendo los trajes y yo encima de gira. Venía, ensayaba, me volvía a ir... una locura. Afortunadamente todo salió genial.

—¿Es más fácil entonces la rúa de Carnaval?

—(risas) Síiii. Me encanta, Todos los años salgo y cada vez me gusta más.

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Adrian Pineda Martos nació en Eivissa el 20 marzo 1990. Parte de su familia es de La puebla de cazalla en Sevilla y parte de Eivissa. Su abuelo era cantante aficionado de flamenco.

Con 15 años decide estudiar danza y en 2008 empieza a dar clases de modern-jazz, flamenco o bailes de salón en la escuela Centro de Danza de Marisol Roig. Tras prepararse con las bailarinas Rocío Osuna y Nieves Portas, en 2010 entra en el Conservatorio Profesional Comandante Fortea.

En 2011 forma parte del taller coreográfico del conservatorio representando el espectáculo Carmen de Antonio Gades. En 2012 crea su espectáculo Con otro aire y en 2013 es seleccionado para el reparto de la Opera poppea e nerone que se estrena en el Teatro Real de Madrid. En 2014 produce su primer musical, Cántame Cómo Pasó, mientras trabaja en el tablao flamenco Cantares, en Madrid. En 2015 pone en marcha su espectáculo Pétalos de Copla con músicos en directo y ejerce como profesor de danza en centros de la isla. Recientemente ha presentado Derroche de colores.

EL TEST

Un libro

La historia de la danza. Es muy útil para todos aquellos que nos gusta este mundo

Una película

Dirty Dancing

Una serie

Cuéntame como pasó

Un grupo o un cantante

Miguel Poveda

Un color

Azul

Un plato de cocina

Los macarrones

Un deporte

Me gusta mucho el baloncesto

Un lugar de la isla donde perderse

Es Canar

Un viaje que nunca olvidará

La primera vez que estuve en Madrid

Una manía

Muchas, soy muy maniático

Un defecto

Soy muy negativo

Una virtud

Me pones en un aprieto. Bueno tal vez el que sea capaz de hacer muchas cosas a la vez

Un sueño por cumplir

Poder bailar alguna vez como miembro del Ballet Nacional de España

Alguien a quien admire

Sin duda a Antonio Márquez. Aunque nació en Sevilla en 1963 se crió en Eivissa donde inició sus estudios de danza a la edad de doce años. Aquí tuvo una escuela en Sant Antoni y creo que todos bailarines de Eivissa tenemos una deuda con él.