Jóvenes vileras disfrazadas con trajes antiguos en una fiesta de carnaval en los años 30.

Llama la atención que durante los años de la II República en Eivissa y Formentera se pudieran distinguir claramente dos tipos de ocio: el que se vivía en el campo y el que se vivía en la ciudad. Así lo cuenta Antonio Viñarás i Domingo en su libro La Segona República a Eivissa i Formentera, del que es coautor junto a la historiadora Neus Escandell i Tur.

En el campo eran muy típicas las romerías de los santos, ballades de pou, cantades y las matanzas. En cambio, en la ciudad destacaban los baños. «La gente de Eivissa comenzaba a bañarse en las playas mientras que los extranjeros ya practicaban el nudismo en ses Figueretes o Platja d’en Bossa». Según el historiador, los locales tenían que bañarse en playas distintas a las que visitaban los turistas con el objetivo de «mantener la decencia pública, por eso ni se acercaban donde estaban los nudistas». Y es que un dato significativo es que los niños mayores de 6 años tenían prohibido bañarse desnudos y las señoras tenían que entrar al mar con trajes parecidos a enaguas. Además, era una costumbre de la época que los ibicencos y las ibicencas fueran a la playa separados.

Para Viñarás es importante también destacar las veladas musicales, teatrales, y cinematográficas, «porque en los teatros Pereira y Serra de Eivissa hubo una verdadera euforia cinematográfica durante la II República. También fueron muy visitados el teatro España en Santa Eulària y el cine Torres en Sant Antoni. «Tal furor hubo con el asunto del cine, que la Iglesia previno de que ojo con el cine, que estaba dando mensajes inmorales que los jóvenes imitaban y la sociedad se estaba corrompiendo. Hubo boicot hacia algunas producciones, aunque estas fueron campañas que inició el vaticano».

Por otra parte, estaban los casinos, que eran sociedades de recreo formadas por hombres de una determinada clase social y la misma afinidad política. En ellos se leía, jugaba a las cartas, había tertulias y bailes.

Y además de todo eso estaba el carnaval. Una celebración que merece mención a parte para Antonio Viñarás. Y es que en las celebraciones que con motivo del carnaval tenían lugar en las islas es también necesario diferenciar entre el «carnaval de la gente bien y el de la gente llana».

La gente bien organizaba fiestas en las que invitaba a la crème de la crème de la sociedad ibicenca. Había una muy famosa que daban los Wallis en el jueves lardero, en la finca de sa Colomina. Allí acudía lo mejor. Durante el resto del carnaval había otras fiestas en las casas de la gente importante, que se adornaban con cornucopias. Los dueños de estas viviendas se disfrazaba y tenían lugar bailes muy divertidos de mascaradas. Los disfraces típicos de las clases altas eran los de época, exóticos, orientales, las máscaras, etc.

Destaca Viñarás que el fútbol también fue una de las principales fuentes de celebración de la II República en Eivissa y es que los ibicencos fueron campeones de Balears en 1935.

Además, en los años 30 se popularizaron determinados bares como Migjorn, American Bar, Ca Vostra o Lido. En aquellos años comenzaba la incipiente noche ibicenca donde acudían los turistas que comenzaban a llegar a las islas. Al parecer, fueron ellos los que contagiaron a los ibicencos y en estos bares comenzaron a llevarse a cabo bailes más modernos de lo habitual. Iban a ellos las personas más adineradas de Dalt Vila que tenían costumbre de viajar a Madrid, Barcelona u otras capitales. Incluso algunas de las señoras se maquillaban, jugándose ese comentario tan de la época, asociado a las mujeres maquilladas: pareix una cocotte.