El reeleegido senador por las Pitiüses Santi Marí fue recibido entre elogios por simpatizantes del PP, anteayer en la sede de la formación en vila. | DANIEL ESPINOSA

Dos de los conceptos de nueva creación que marcaron tendencia en las Pitiüses las horas previas a la noche electoral fueron el sorpasso, del italiano adelantar o sobrepasar, y la sorfresa, el original vocablo lanzado por los socialistas ibicencos durante la jornada de reflexión para contrarrestar el descarado estímulo podemita.

Las formaciones progresistas no han parado de lanzarse puyas en las redes sociales durante los últimos meses. Tampoco han faltado las fricciones en el equipo de gobierno del Consell d’Eivissa, que integran a partes iguales los de la rosa y los del círculo morado (ahora reconvertido en corazón multicolor). Simpatizantes y también líderes de ambas fuerzas han gastado demasiadas energías en desacreditar a su adversario sin visualizar un futuro en común. Sobre todo en el caso del PSOE, que desde su particular encrucijada escogió descargar toda su artillería contra un partido con el que gobierna en multitud de administraciones en lugar de mantener en ‘prime time’ su contienda frente al Partido Popular. El temor a un batacazo de magnitudes históricas obligó a los socialistas a tomar una difícil decisión: centrar el ataque en su potencial socio de gobierno.

La OPA hostil lanzada por Podemos sobre Izquierda Unida y, en el caso de Balears, también sobre los ecosoberanistas de Més, parecían garantizar tanto los votos como los escaños suficientes como para consumar la remontada. Los líderes de la coalición de izquierdas se atrevieron incluso a profetizar una mayoría suficiente como para gobernar el país. Todas las encuestas, sin excepciones, alimentaban dichas expectativas. Hasta el punto de que los sondeos a pie de urna realizados por diferentes medios y empresas demoscópicas, y dados a conocer el domingo a las 20 horas, dibujaban un escenario bastante clarificador para el espectro de izquierdas.

Confusión y dudas

Los primeros datos oficiales sacudieron el corazón de los podemitas como le sucede a un estudiante que, de pronto, repara en que tiene un examen. «Quita IB3 y pon La Sexta», sugirió agitada la secretaria general al responsable de prensa de la formación. Los nervios comenzaban a aflorar.

Con el 11% del voto escrutado la candidatura de izquierdas perdía cinco escaños respecto al 20-D. «Empieza mal la cosa», decían algunos con premonitoria razón, aunque en la sede morada se especulaba con que el recuento había comenzado en provincias de interior y zonas rurales. «Y queda el voto por correo», se aliviaban vinito en mano.

La cosa no mejoró con el avance del recuento. Cuando con el 43% de los votos escrutados Unidos Podemos estaba a 26 diputados del PSOE (70 frente a 96), la inquietud dio paso al estupor.

En el cuartel general de Podemos Eivissa, en el barrio vilero de Es Pratet, presidió la confusión durante toda la noche. Tres pesos pesados del partido, Viviana de Sans, Aitor Morrás y Gianandrea di Terlizzi, buceaban contrariados en los datos electorales tratando de contrastar resultados. Cuando el recuento se petrificó en los 71 diputados, los representantes de Units Podem Més renegaron del proyector donde se retransmitía la noche electoral para relamerse con sus resultados en las Pitiüses, donde sí volvieron a superar a los socialistas. Aun perdiendo apoyos.

Mientras tanto, el Partido Popular se iba apoderando de diputados como un aficionado devora pipas en un campo de fútbol. Casi sin querer, por inercia.

En la sede de Bartomeu Roselló había un ambiente triunfal. El rodillo azul estaba desdibujando el proyecto de Iglesias y compañía y hurgaba en la herida de un PSOE que, a la inversa, perdía escaños en la recta final del balance. De manejar 93 asientos con la mitad del escrutinio desvelado pasó a 85 en apenas media hora. El tortazo debió doler incluso más en la base de operaciones de los socialistas que en el diáfano local de los podemitas pitiusos, donde las ansias de remontada llevaban ya varias horas aplacadas.

La alegría inundó la sede del PP ibicenco con la llegada del gran triunfador de la noche, Santi Marí. Fue el último en llegar, cuando los populares ya se sabían vencedores en todos los municipios de la isla y también en Formentera. Por supuesto, habían barrido a sus rivales en todas las comunidades a excepción de Catalunya y País Vasco. Pero la llegada del reelegido senador por las Pitiüses marcó el inicio de la celebración del PP, que ahora tiene por delante la tarea de concitar los apoyos suficientes en el Parlamento para formar gobierno.