La familia al completo, ayer en Can Misses. | DANIEL ESPINOSA

«Quería darme un bañoy, si me lo hubiera dado, mi hija habría nacido en la bañera», explica Ainhoa Bonet, vecina de Jesús que alumbró a Adriana durante la madrugada del sábado al domingo. Sintió las primeras contracciones sobre las 03.30 horas y, al cabo de una hora, ya tenía a su retoño en brazos, aunque todavía se encontraba dentro de su coche, frente a Urgencias. Y es que el apresurado parto se produjo a las puertas del Hospital Can Misses, con el padre, José Antonio Ferrer, solicitando la ayuda del personal sanitario y ella dando a luz en el automóvil.

«El trayecto lo hicimos en muy pocos minutos y ella no paraba de moverse», recuerda el padre. «Salí disparado a pedir asistencia y 30 segundos más tarde Adriana ya había venido al mundo», explicaba ayer.

Al llegar a Can Misses «la cabecita ya salía y cuando volvió [el padre, con el personal sanitario] ya había nacido», precisa la madre. «Todo el mundo se puso a aplaudir, fue muy emocionante», agrega él. «En ese momento actúas por instinto, por inercia, no sé cómo explicarlo», comenta Ainhoa sobre la manera en que afrontó tal situación, sola en un momento tan crucial.

«Suerte que era de madrugada, si hubiera sido durante el día con las colas que hay para salir de Jesús no habríamos llegado a tiempo», añade la madre, que no esperaba un parto tan acelerado, especialmente teniendo en cuenta el precedente de su primera hija, que ahora tiene 2 años y nueve meses. «El de Carlota –la hermana mayor– ya fue un parto por inducción porque no quería salir», rememora de un alumbramiento que se demoró por unas 12 largas horas.

En esta ocasión no parecía que nada tuviera que ser distinto. A Andrea «le tocaba hace diez días, no había contracciones dolorosas ni nada que indicara que fuera a salir, pero se puso de cero a cien y en una hora ya estaba aquí», relata la feliz madre, quien apunta que tenía programado el parto inducido para este mismo martes.

A su vez, José Antonio explica que «nuestra primera hija tardó muchas horas y me lo tomé con cierta calma, incluso cuando mi mujer me alertó pensé un instante que me estaba tomando el pelo, pero inmediatamente vi que iba en serio».

«Empezaron las contracciones y nos dio tiempo de avisar a los abuelos, incluso iba a tomarme un baño, pero no pude y tuvimos que salir volando», asiente ella, que, por encima de todo, remarca que «lo importante es que todo fue bien, que Adriana ya está aquí y está perfectamente». Tras unos minutos de charla, Adriana reclama atención de su progenitora y se arranca con unos tímidos lloros. Es hora de dejar a la familia en la intimidad.