La primera vez que Óscar y Pilar visitaron la isla fue en el 2009, aunque sin demasiado entusiasmo. Ellos tenían
ya planeado un viaje cultural por Europa, cuando su hija Amanda, que entonces tenía sólo 13 años, se empeñó en venir de vacaciones a Eivissa. Esta pareja, residente en Madrid, lo único que había escuchado de la Pitiüsa
mayor, hasta el momento, era fiesta y marcha. «Nosotros pensamos que era una isla sólo de juerga, la relacionábamos con lo que habíamos escuchado»; la única imagen que, por desgracia, mucha gente proyecta de Eivissa.

Sin embargo, su percepción cambió cuando llegaron, «nos sorprendimos muchísimo, porque encontramos un lugar familiar y no nos gustó, nos encantó», matiza ella. Se fueron, entonces, con un buen sabor de boca que
no esperaban; no obstante, lo que seguro que no imaginaban era que unos años más tarde regresarían para
renovar aquí sus votos matrimoniales. «Guardamos muy buen recuerdo de ese viaje y ahora, cuando ha llegado una ocasión especial, pensamos que qué mejor sitio para celebrarlo».

Hace justo una semana se ha cumplido su 25 aniversario de casados, y aunque escogieron Eivissa como destino para su viaje, al principio no tenían pensado que sería también el lugar donde renovarían sus votos matrimoniales.

«Fue toda una sorpresa de Óscar que me dijo un día, si quieres volver casarte en Eivissa podemos hacerlo», cuenta ella. Primero llamó al obispado de la isla para preguntar qué era lo que necesitaban para casarse, por segunda vez, y después al párroco de Sant Joan, don Vicente, que sería quien les casaría de nuevo les preguntó por el tipo de ceremonia que tenían en mente. «Fue todo muy espontáneo y surgió de manera natural. Yo dije que sólo volvería a casarme el 20 de julio y que no haría nunca un bodorrio como el primero».

Aquella primera boda estuvo motivada por la familia y con tantos invitados que incluso había gente que ni conocían. De esa ceremonia, con 200 personas, a la segunda, en la que pensaban estar ellos dos solos, había una diferencia abismal, pero era lo que deseaban. Una boda sencilla a la que terminó uniéndose también
su hija, el novio de ésta y la hermana de Pilar, que no quisieron perderse el enlace y, cuando se enteraron, hicieron un viaje exprés en avión.

La boda se celebró a las 8:30, con el frescor de la mañana, en una de las capillas de Sant Joan, que terminaron llenando entre el párroco, los novios con sus tres invitados, y otros tres feligreses más del pueblo que no
quisieron perderse tan emotivo acto. «Cuando llegamos allí nos estaban esperando en la puerta. Nos trataron con tanto cariño…como si nos conocieran de toda la vida. Y aunque les dimos las gracias ellos también nos lo agradecieron a nosotros, según dijeron, por haber podido ser testigos de que 25 años después, una pareja
quisiera renovar sus votos y volver a prometerse amor».

Renovar votos

Seguro que pocas veces se han celebrado en Sant Joan ceremonias de renovación de votos matrimoniales, con una pareja llegada desde la península como protagonistas. Aunque, según lo cuentan, fue un momento muy íntimo, algo totalmente diferente a la primera boda que vivieron. «Yo viví esta segunda de una manera muy distinta, me pareció más bonita, más entrañable». De ahí se fueron luego a la playa de Sant Vicent a hacerse
el reportaje fotográfico, como dos recién casados. Ella luciendo un vestido de novia, al estilo ibicenco, y él sin el esmoquin de etiqueta.

Entre los regalos destacan una dedicatoria de su hermana, otra de su hija que les agradecía el ‘ejemplo que eran para ella como pareja’ y un viaje a París que harán en septiembre, además de otro a Nueva York en octubre. Un año para el recuerdo de esta pareja que afirman que este segundo enlace sí que lo repetirían «nos volveríamos a casar de esta misma manera y las bodas de oro las celebraríamos aquí, sin dudarlo».