Relajado después de haber nadado algo más de una hora en el mar, degustando uno de esos zumos de mil frutas que se han puesto de moda últimamente, y con gafas de sol de espejo, camiseta de tirantes negra, pantalones cortos grises, chanclas, pulsera roja en la muñeca derecha, varios tatuajes, pelo corto y barba arreglada. Así nos encontramos a Javi Moreno, nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana, justo antes de la entrevista que llevamos a cabo sentados en un cómodo bar del principio de Platja d’en Bossa.

Este exjugador de fútbol que ha militado en más de una decena de equipos y exentrenador del Club Deportivo Utiel y el Novelda Club de Fútbol nos cita en este lugar porque está a escasos metros del piso que se compró hace unos años cuando se retiró del fútbol y en el que confiesa que pasa más tiempo que en su Valencia natal. Cruzamos cuatro palabras con él y enseguida nos damos cuenta de varias cosas. Primero que una de sus manías es morderse las uñas y segundo que tenemos delante a uno de esos ‘currantes’ del fútbol que ha vivido prácticamente de todo en el denominado ‘deporte rey’. Y es que ‘El búfalo’, como cariñosamente se le apodó durante su tiempo de delantero por su forma de moverse en el césped, ha jugado en prácticamente todas las categorías profesionales de España, en Italia en las filas del poderoso Milán, en Inglaterra e, incluso llegó a ser internacional con España. Tal vez por ello, Javi Moreno no es de esos futbolistas a los que se le ha subido la fama a la cabeza. Al revés, este hombre enamorado de su hija Leyre Moreno Alapont, fan de Manolo García, la paella, el color verde y al que le encantaría viajar a Hawaii, es uno de los exdeportistas más cercanos que hemos conocido. Un búfalo que se convirtió en Sardina Negra con una enorme sonrisa.

—Se está tomando un zumo y viéndole es usted uno de esos futbolistas que se cuidan. ¿Está para echarse una pachanga cualquier día?

—(risas) Hombre, intento cuidarme y hacer ejercicio. Voy a nadar siempre que puedo unos cuantos kilómetros y luego, cuando acabe esta entrevista, a las 17.00 horas saldré a montar en bicicleta con unos amigos. Y bueno, lo del fútbol profesional hace ya muchos años que lo dejé y cuando me animo a jugar con los amigos, al día siguiente me duele todo. Y eso es señal de que nos hacemos mayores y estamos algo pasados de kilos (risas).

—¿Sí? Pues sinceramente no es usted de los peores exdeportistas que he visto.

—(risas) Gracias. Bueno yo también he tenido mis momentos. Cuando dejé de ser futbolista profesional dejé un poco de lado la dieta a la que estás acostumbrado y enseguida cogí kilos. Yo por ejemplo estuve mucho tiempo sin comer ensalada y si a eso le unes el que me encanta la Coca Cola, el jamón o la paella, pues imagínate.

—¿Por qué sucede eso? ¿Es una forma de rebeldía?

—Pues sinceramente creo que un futbolista o un deportista de alto nivel después de tanto tiempo en el que le tienen todo tan marcado cuando se retira parece que necesita un tiempo para disfrutar algo más de la vida. Además, si dejas de entrenar intensamente y de hacer ejercicios que queman calorías es lógico que la mayoría coja kilos.

—Me han dicho los que le conocen que usted es uno de esos currantes del fútbol que lo han vivido todo en el deporte rey. ¿Eso es bueno o malo?

—Yo creo que es bueno. Primero porque te sirve para ver todo desde otra perspectiva más real. Ten en cuenta que si yo llegué donde llegué fue a base de luchar y de pegarme cabezazos contra las paredes. A mí, desgraciadamente, nadie me regaló nada.

—¿Eso le sirvió para seguir adelante cuando llegaron los momentos malos? Porque me imagino que la vida de un futbolista muchas veces no es tan bonita como parece...

—Por supuesto. A mí el fútbol me lo ha dado todo y le estoy muy agradecido pero también hubo momentos muy malos de los que salí gracias a que soy muy cabezón y tozudo y al apoyo de mi familia. Fueron momentos que sólo sé yo y que me los guardo para los más cercanos.

—¿Tal vez uno de esos peores momentos fue la final de la UEFA perdida en el 2001 con el Alavés ante el Liverpool?

—Aquello fue una auténtica pena. Sobre todo cada vez que recuerdo cómo perdimos, con dos jugadores menos, con un gol de oro que se metió un compañero en la prórroga y después de haber marcado otros dos yo. Sin embargo, siempre digo lo mismo sobre aquel día. Yo me siento ganador de esa final porque llegar donde llegamos y plantar cara como plantamos a uno de los equipos más potentes de Europa en ese momento, es para sentirse súper orgulloso. Aunque no tenga físicamente la copa, sé que moralmente fuimos los campeones.

—Aquel Alavés caía bien a toda España... ¿Era como el Leicester que esta temporada ha ganado la Premier inglesa?

—(risas) Tal vez, aunque ellos han ganado la liga. Aun así, siempre digo que aquel Alavés ha sido el mejor equipo en el que he militado a nivel humano. Éramos como una familia enorme que salía a cenar y a comer todos juntos y eso se notaba en cada partido. Nos llevábamos tan bien que éramos capaces de dejarnos la vida y la piel por cada compañero en cada partido.

—¿Eso sería posible ahora cuando parece que los futbolistas cada vez están más endiosados y van más a lo suyo?

—No lo sé. Es cierto que todo ha cambiado muchísimo y ahora los jugadores son casi modelos antes que futbolistas. Pero todo parte de la educación que reciben cuando son niños. Ahí está la base de todo.

—Eso también ha cambiado mucho. Ahora el niño quiere ser como Cristiano Ronaldo o Messi y se compran hasta sus espinilleras e imitan sus movimientos...

—Sí, y es una pena. Cada niño cuando juega a algún deporte tiene que ser el mismo y mantener su esencia, porque al final es lo que le hace diferente a los demás. Y en esto creo que tienen una gran responsabilidad los padres que quieren que su pequeño sea una estrella, gritándole y ordenándole desde la banda saltándose la figura del entrenador. A ciertas edades lo que tiene que hacer un niño es divertirse y aprender a equivocarse y a tomar sus propias decisiones dentro del campo de fútbol.

—Qué distinto todo de cuando nosotros jugábamos en campos de tierra y heredábamos las botas, negras por cierto.

—(risas) Es verdad, aquellas botas que no eran de marca Adidas ni Nike como ahora. Ahora cuando voy a ver a mi sobrino y veo como otros padres gritan al árbitro porque ha habido una falta o porque han tocado a su hijo me da lástima. Y ojo, no estoy en contra de los avances sino que no me gusta cómo los empleamos.

—¿Cómo era Javi Moreno de niño?

—(risas) Pues como un niño cualquiera de ocho o nueve años. Eso sí, me encantaba Arconada e incluso dormía algunas noches con sus guantes y su camiseta. Empecé de portero hasta que un día un entrenador mío, cuando éramos muchos, me puso de delantero. Recuerdo que aquel día marqué varios goles y me cambió la vida. De esa posición ya no me movieron (risas).

—Fuiste creciendo de división en división, pasaste por la cantera del Fútbol Club Barcelona y por clubes humildes como el Numancia o el Yeclano en Segunda División B. Y luego, después del boom del Alavés fuiste uno de los pioneros en irte fuera de España. ¿Cómo fue aquello?

—La verdad que sí que fui de los primeros. Cuando yo me decidí a marcharme a Italia sólo Javier Farinós estaba jugando en el Inter de Milán y José Mari en el Milán. Fue una experiencia muy bonita que desgraciadamente duró sólo un año.

—¿Por qué duró solo un año?

—Porque me tenía que haber quedado más tiempo. Me equivoqué fichando por el Atlético de Madrid. Quería ir al Mundial pero al final no salieron las cosas como esperábamos. Fue una pena.

—El caso es que, viendo sus estadísticas, ha marcado más de 150 goles en su carrera. ¿Cuál ha sido el más importante?

—(risas) Sin duda el que marqué cuando tuve a mi hija Leyre. Eso ha sido lo más bonito que he hecho en mi vida. Y bueno, a nivel deportivo los que hice en la final de la UEFA con el Alavés, el que dio el ascenso al Numancia, uno que hice con el Zaragoza en la final de la Supercopa... Hay muchos.

—¿Y el estadio más espectacular?

—(risas) También hay muchos. Por ejemplo el Camp Nou, el Santiago Bernabéu, Anfield en Liverpool o San Siro en Milán son increíbles. Pero tampoco te pierdas lo precioso que es Mendizorroza, el campo del Alavés. Es pequeño pero quizás ese sea el estadio con más encanto de todos los que he jugado.

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Javier Moreno Valera nació en Silla, Valencia, el 10 de septiembre de 1974. Comenzó en la cantera del Fútbol Club Barcelona y en la temporada 1996-1997 firmó por el Córdoba en Segunda B. Después jugó en el Yeclano, en el Deportivo Alavés y en el Numancia, en Segunda División, equipo con el que logró 17 goles, incluyendo el tanto del ascenso a Primera División. En la 1999-2000 y en la 2000- 2001 volvió al Deportivo Alavés siendo subcampeón de la UEFA y logrando 28 goles en su segunda temporada. Eso le valió para fichar por el Milán italiano y un año después por el Atlético de Madrid, en el que estuvo dos temporadas sin mucho éxito. Después emigra a Inglaterra para jugar con el Bolton Wanderers y en la 2004-2005 regresa al Real Zaragoza. En la siguiente temporada ficha con el Córdoba en Segunda B, estando tres temporadas y recuperando sus registros goleadores. En la 2008-2009 firma con la Unión Deportiva Ibiza Eivissa y tras marcar 12 goles en 38 partidos es contratado por el Lucena Club de Fútbol, donde se retira en la 2009-2010. Como entrenador ha dirigido al Club Deportivo Utiel y al Novelda Club de Fútbol. Fue internacional con España en cinco ocasiones.