Los Reyes y la reina Sofía.

Encarar la escalinata de la fachada marítima del Palacio Real de la Amudaina con más de 8 cm de tacón y hacerlo con dignidad y sin tropiezos es una proeza. Quien no se ha visto en una de éstas ni se lo imagina, pero ahí vamos. Subidas en nuestros zapatazos y concentradas en no perder el equilibrio, casi ni nos percatamos que al lado nuestra escala con igual dignidad aparente Rosa Estarás. La eurodiputada va guapa. Zapatos negros, a juego con su vestido, con tacón ancho, de los que se llevan ahora. Nada más coronar la cima sin ningún tobillo roto, nos abrimos paso entre la multitud de curiosos que ya se agolpa a la entrada de La Almudaina y que nos miran como si fuésemos ‘alguien’, aunque enseguida apuntan sus miradas hacia otro lado al darse cuenta de que no somos ‘nadie’. La invitación real en sí misma no deja de ser una oportunidad para ver y ser visto. Y para qué nos vamos a engañar, para cotillear y fijarse en esos detalles que al final la gente quiere saber.

Pasamos el arco de seguridad, aunque ciertamente mi vestido es tan estrecho que sería imposible esconder absolutamente nada ahí debajo, de hecho no pienso probar ni un canapé, no vaya a ser que revienten las costuras. Los invitados vamos accediendo poco a poco a un salón pequeño, con salida a una terraza grande donde hace mucho calor. Son las 19.30 horas de un domingo de agosto, horas de ir con pareo y biquini en vez de con vestido con manga francesa hasta las rodillas. Y si nosotras sufrimos los tacones, ellos sufren las dos mangas, la camisa y el traje oscuro que marca el protocolo. Dentro tampoco se está mucho mejor. No hay aire acondicionado. Jan Gómez, presidente de la asociación de LGTBI se da aire a todo lo que da con su abanico multicolor. En este punto se hace ya obligado beber algo para no desmayarse. Una barra al final de la terraza sirve un refrigerio la mar de refrescante. «Consiste en un té frío, a base de jengibre con un toquecito de naranjas de Sóller y un toque dulce con miel de ágave», me explica solícito Sergio Terrasa, el joven camarero. «Esto tiene que ser idea de Leticia», le medio afirmo, medio pregunto. «No…bueno sí, es por supuesto doña Letizia la que lo ha encargado», reconoce finalmente. Lo cierto es que está delicioso.

En la otra parte de la terraza y buscando la sombra hablan animadamente Juanjo Riera, presidente de los hoteleros pitiusos; Alfonso Rojo, presidente de Pimeef, Lucas Prats, presidente de Fomento de Turismo; y el delegado territorial de CaixaBank, Xicu Costa. Son los primeros eivissencs que nos encontramos. La gente empieza a hacer una cola ordenadamente para acceder a otro salón donde tampoco hay aire acondicionado. El calor es sofocante y los asistentes esperan impacientes, no para saludar, sino para salir a respirar. Allí nos encontramos con el presidente de la Cambra de Comerç, Juanma Costa y su mujer, Paola Sales, que nos hacen de fotógrafos improvisados. Después de un cuarto de hora en ese salón precioso convertido en sauna, empieza el saluda. El Rey Felipe VI muy alto, sonrisa amplia, amable y afable. La reina Letizia altiva, con un aire de pereza por la situación y sin ningún tipo de empatía. La reina Sofía una SEÑORA con mayúsculas. Amable, educada y entregada. En apenas cinco segundos estas fueron mis sensaciones.

Y ya está. Todo para esto. Ahora toca subir por unas escaleras con alfombra verde agua, que conducen al Salón del Tinell o Salón Gótico. El nombre me lo facilita un se- ñor estupendo, con una educación exquisita y que emana simpatía y cultura por cada poro de su rostro. Es Fernando Fernández Miranda, director de Actos Oficiales y Cultu- rales de Patrimonio Nacional

Empiezan a pasar las bandejas de canapés. Había dicho que no comería ¿verdad?, pues mentí. Las ostras con un lecho de falsas perlas no las pruebo porque ese olor a mar se me queda impregnado luego en todo el cuerpo. Sí que degusto unos mini bocadillos con tartar de atún, la lechona confitada en una especie de empanadilla y algo que no sé qué es, pero está muy bueno. La comida, escasa, eso sí, que estamos en crisis y tampoco hay que derrochar demasiado. Hablando de comida, Jaume Font nos explica que se atreve con el bullit de peix eivissenc y paseando por el salón, donde ya están los reyes departiendo con diferentes grupos, me encuentro con el president del Consell de Formentera, Jaume Ferrer y su mujer. También a la consellera de Presidència del Govern, Pilar Costa. Es entonces cuando me pregunto dónde estará el president del Consell d’Eivissa… creo que no ha venido.