Coches aparcados en zona forestal, atascos, viandantes caminando por la carretera cargados con mochilas y neveras, e interminables demoras a la espera de la llegada del transporte público. Esta es la situación que se vivió ayer en los accesos a Cala Salada, que es la primera playa de la isla en restringir el tráfico. Un enclave turístico que para parte de los visitantes es un «paraíso», pero para otros se convierte en un lugar «estresante» acceder para darse un baño ante la falta de aparcamientos y la gran cantidad de gente que acude.

En la parada habilitada en Can Coix, a escasos kilómetros de Cala Salada, una treintena de turistas se concentraron en torno a las 11.00 horas de la mañana dispuestos a coger el primer autobús. En la fila de espera se encontraba la gallega Lucía Sánchez, quien suspiraba deseando montarse en el autobús para visitar la cala «por primera vez». Esta joven explicó que su demora en la parada llegaba a casi una hora, algo que no esperaba. «Nos dijeron que era mejor coger el autobús, en vez de ir hasta Cala Salada y que no haya aparcamiento», señaló expectante a la llegada del transporte público. A poca distancia de la joven gallega, se encontraba Verónica Merallo junto a sus colegas. Esta chica se sinceró y dijo, tras media hora esperando en la parada, que sale «más rentable» coger el coche y no esperar tanto tiempo el autobús.

A pesar de las señales que hay en la carretera de Sant Antoni que advierten del acceso limitado en esta cala, la realidad de ayer era otra. En la arteria principal que conduce a Cala Salada no cabía un alfiler a causa de la aglomeración de cientos de coches, motos y bañistas dispuestos a tomar el sol en el litoral de Sant Antoni. Los conductores no dudaron en dejar sus vehículos frente a zonas forestales a pesar de los peligros de incendio que ello conlleva, y de las señales rudimentarias que advertían de que estaba prohibido utilizar el terreno como parquin. Frente a esta zona, la barcelonesa Ana Sian, equipada con su mochila, miró en sucesivas ocasiones el cartel de cartón que señalaba que estaba prohibido el aparcamiento. Aun así hizo caso omiso de las advertencias y sólo pensó en pasar un buen día junto a sus dos amigas. La catalana comentó que antes de venir le dijeron que en esta zona estacionar era muy complicado. «No nos importa andar; lo ideal sería que hubiera zonas para aparcar», destacó la joven, que junto a sus dos amigas emprendió una caminata de largos minutos por la carretera con el propósito de conocer la cala que tanto le recomendaron.

Tensión

A parte de los bañistas que acudieron a Cala Salada no les importó andar varios minutos con tal de dejar su coche lo más cerca posible. Ello les llevó a ir por la carretera y pasar por alto los peligros que ello conlleva para su integridad física. Estas personas que bajan a pie, explicó Daniel Ruiz, conductor de uno de los autobuses que transporta a los bañistas hasta Cala Salada, cuando ven el autobús en medio del trayecto quieren subir, algo que está prohibido. A lo largo de este verano, según remarcó Ruiz, ha recibido insultos e incluso le han apedreado el autobús por el hecho de advertirles en sucesivas ocasiones que no puede parar en medio de la carretera si no hay una zona estipulada para ello. «A lo largo del día transportamos hasta 500 personas», detalló Ruiz.

Lo cierto es que Cala Salada vivió ayer una mañana ajetreada con cientos de personas y vehículos. La aglomeración provocó incluso que algunos dieran media vuelta para ir a otra playa donde poder aparcar y disfrutar del baño.