Es una experiencia muy bonita pero nada fácil. Estos pequeños te enseñan a valorar las cosas, les das cariño y ellos te lo devuelven. Es difícil no repetir al año siguiente». Virginia y Pepe son la voz de la experiencia de un grupo de familias que cada verano acoge a un niño saharaui. Como cada año, una paella en familia puso el colofón a dos meses de estancia de los pequeños en las Pitiüses.

Anna, Maglaha, Fadal, Chiara, Abd Arrahaman y Dajana Sara han vivido como un miembro más de la familia en hogares de Sant Antoni, Sant Rafel, Santa Eulària o Formentera. Desde hace dos veranos, al grupo se une Hama, venido desde Sabadell con Gemma e Iván.

Los pequeños y sus familias de acogida disfrutaron de una soleada jornada de juegos y baños en el restaurante Kumharas.

Para Emma y Paquita es una nueva experiencia. Ángeles, Pepita y Eva repiten como acogedoras. Todos valoran satisfactoriamente los dos meses aunque apuntan que en el caso de la isla es un sacrificio añadido. «Acoger un niño en los meses en que más trabajo hay en la isla es complicado pero motivador», señala una de ellas. Este año, al encuentro se ha sumado un invitado especial, Driss Dambar, el primer refugiado llegado a Eivissa y que ha encontrado su particular «familia de acogida» en casa de Víctor y el pequeño Iván.

Virginia y Víctor recuerdan que ya son más de 20 años acogiendo niños saharauis en verano a través de la Associació d’Amics del Poble Saharaui d’Eivissa.

Unos y otros cuentan que este día hay que disfrutarlo y que «la pena llega cuando ya han pasado unos días de su marcha. Pese a su corta edad, nos aportan mucho».

Además, destacan los fuertes lazos que se crean. Hace unos días, Virginia y Pepe recibieron la llamada de una niña que tuvieron hace 20 años y que ahora les invita a su boda. Así son los detalles de unos corazones saharauis en las Pitiüses.