Madrugada del viernes. Una docena de mujeres profieren gritos y hacen aspavientos mientras otras dos han pasado de los gritos a los puños. El improvisado ring es una de las calles del West.

Calle abajo, en el Passeig de ses Fonts, un hombre y una mujer se enfrentan. El motivo de la disputa: el robo de un Iphone. Son escenas que se suceden prácticamente a diario en el que algunos han bautizado como el «territorio comanche» de Sant Antoni.

Septiembre avanza pero el West continua congregando a centenares de personas cada noche. Entre el aluvión de turistas también campan medio centenar de personas «que hacen su particular agosto. Cuando cae la noche empieza el descontrol. La zona está cada vez más degradada. La calle Santa Agnès y sus inmediaciones son un parque de atracciones de la delicuencia». Así resume un vecino el día a día en el West End, el punto donde cada noche se dan cita centenares de turistas y también varios grupos dedicados a la venta ambulante, el trapicheo de drogas, la prostitución y el carterismo, entre otras actividades delictivas.

La diversión de las primeras horas da paso a escenas de jóvenes con caras desencajadas por los efectos de la ingesta abusiva de alcohol o de alguna sustancia estupefaciente.

La atracción que muestran los turistas por la cámara de fotografiar contrasta con la incomodidad y rechazo que esgrimen los ‘trabajadores’ de la zona.

Bandas

Los vecinos apuntan que hay varios grupos de delincuentes y «cada uno se dedica a un palo. Basta pasar una o dos noches por el West para echarle el ojo a cada uno. Hay vendedores ambulantes que se dedican al trapicheo de drogas. Otros se dedican a robar teléfonos de alta gama y también hay bastante prostitución». En este sentido, denuncian que hay un grupo que aprovechan la prostitución para robar a los clientes. «Las chicas son utilizadas como un cebo. Captan a los clientes en la zona de bares y se los llevan a algún parquin o plaza próxima y allí les roban. Si alguno se resiste se lleva una buena paliza de los proxenetas», señalan las fuentes consultadas.

Seguridad

A lo largo del verano se han producido varias reyertas que han acabado con heridos por arma blanca. Ajustes de cuentas entre narcotraficantes y también entre las bandas de senegaleses y marroquíes. Disputas que en ocasiones se trasladan a la zona de s’Arenal.

Los empleados de seguridad que custodian las entradas de los locales controlan la zona y en ocasiones se ven envueltos en las peleas. Una de ellas, la semana pasada, acabó con heridos leves pero no se presentó denuncia por los hechos.

Los empresarios del West dicen estar cansados de clamar sin obtener respuestas de las autoridades. «Aquí operan mafias y hay que estar presentes todos los días, no sólo controles puntuales», subraya el responsable de uno de los locales del West que dispone de seguridad «porque la presencia de Policía Local y Guardia Civil es manifiestamente insuficiente», denuncia.

En las más de tres horas que permanecemos en el West no advertimos la presencia de ningún agente de la fuerzas de seguridad.

«Nos reunimos con ellos y todo son buenas intenciones, pero no dan solución a un problema que llevamos arrastrando mucho tiempo y que afecta al nombre del pueblo», sentencian.

LA NOTA

Operativos conjuntos de la Policía Local y la Guardia Civil

Los vecinos y empresarios de la zona reclaman una mayor presencia policial en las calles del West y que los controles sean constantes.

A lo largo del verano la Policía Local y la Guardia Civil vienen realizando dispositivos especiales en puntos como el West o s`Arenal, acciones que los vecinos valoran como «insuficientes».

Esta semana, se desplegó uno de estos dispositivos policiales para combatir los hurtos en la zona. El operativo se saldó con varias detenciones por tráfico de drogas y decenas de identificaciones.

A los detenidos se les suele interceptar pequeñas cantidades de marihuana, cocaína, éxtasis y cristal.

Entre las intervenciones también destacan las incautaciones de ampollas de óxido nitroso, así como los globos y dispensadores que hacen servir para el conocido como ‘gas de la risa.’