El mes de septiembre ha comenzado con una inusual ola de calor que ha venido acompañada de un nuevo brote turístico, con una presencia de visitantes muy similar a la registrada durante los meses de julio y agosto. Ambas circunstancias no tendrían mayor relevancia si no fuera por los continuos atascos, caos circulatorio y masificación de vehículos que provoca en las playas, por un lado, y por una ausencia de lluvias que está secando los acuíferos de la isla. El año pasado por estas alturas ya habíamos sufrido la gota fría –y sus habituales inundaciones– a través de las cuales nuestros pozos recobraban parte de su capacidad.

Días atrás he tenido la oportunidad de visitar las áreas más transitadas de Platges de Comte, así como Cala Bassa, Ses Salines y Cala d’Hort. Confieso que nunca antes había visto tal concentración de vehículos, y menos en un mes de septiembre. Resulta absolutamente incomprensible que ante tal cantidad de coches en zonas protegidas y de alto riesgo de incendios no exista ningún tipo de regulación, ni haya presencia de agentes de movilidad o de tráfico. Allí cada cual aparca dónde y como puede. Que no se produzcan más incidentes o catástrofes naturales es simplemente cuestión de suerte.

Proyectos que pretenden limitar el acceso de coches a este tipo de playas como el aplicado en Cala Salada se convierten en vitales si continúa esta tendencia. Como admitió el propio presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Torres, Eivissa recibirá este verano más turistas que la archiconocida isla de Cuba (que es casi 200 veces más grande).

El problema es que Eivissa no está preparada para responder a tal demanda. Carece de los servicios e infraestructuras necesarias, de policías y médicos, de inspectores, de personal de limpieza y de un largo etcétera que arrojan esta imagen de colapso y libertinaje, impropios de un destino de ‘calidad’ como el que as- pira a ser Eivissa.

Se aproxima el invierno y con él ese periodo de reflexión pero también de actuaciones por parte de las administraciones para tratar de gestionar mejor todas esas cuestiones mantienen a la isla lejos de ser ese destino idílico del que nuestros políticos presumen en las ferias internacionales de turismo.