Margarita Kinsberger llegó a Ibiza en 1974, procedía de Darmstadt, una pequeña pero muy culta ciudad alemana. La decisión de venir a visitar la isla fue el producto de un auténtico impulso. «Recuerdo que vi una fantástica imagen de la isla en la revista alemana Brigitte. En la fotografía se podía ver a una joven en una bicicleta que portaba un senalló lleno de margaritas blancas y amarillas. Me enamoró aquella fotografía y ese mismo verano decidí venir a la isla con mi hija de 17 años».

De aquella primera etapa en la isla, en la que acudía todos los veranos y durante los inviernos volvía a Alemania a ejercer su profesión de maestra, recuerda Margarita «la luz de la isla, el color de las aguas y de las nubes», los motivos por los que volvía verano tras verano. En aquellos tiempos acudía con su joven hija a un conocido bar en Sa Penya que se llamaba Black Sheep y al que, asegura, acudía mucha gente de la isla. «Recuerdo que mi hija, con el pelo tan rubio y largo llamaba mucho la atención en aquel lugar y los chicos se le acercaban mucho», revive entre risas.

Quiso el destino que Kinsberger se enamorara en 1980 en la isla y por esta razón decidió venirse a vivir a Ibiza. A partir de entonces el vínculo que estableció aquí fue mucho más intenso y decidió centrar parte de su actividad en organizar diferentes eventos musicales, pues «echaba mucho de menos la música clásica».

Comenzó organizando conciertos con pequeñas formaciones de cuerdas y flautas en Cas Serres o iglesias como Sant Rafel o Sant Mateu con motivo de sus fiestas patronales.

«Uno de aquellos primeros conciertos fue en la Iglesia de Sant Mateu donde fuera del templo había mucho ruido y dentro estaba sonando la música de Beethoven. Recuerdo que una persona del pueblo se acercó a hablar con nosotros porque aquella música era muy desconocida aquí en aquel momento». Sin embargo, poco a poco fue cada vez más conocida y «a los conciertos asistían ibicencos y turistas a partes iguales».

Infinidad de conciertos

Margarita comenzó a organizar, a partir de los años 80, infinidad de conciertos «porque en Ibiza echaba de menos la música que tanto me había acompañado en mi país».

De este modo llegaron, desde el año 2000 al 2009, las Nits d’Òpera en el Claustro del Ayuntamiento de Ibiza. «Un proyecto cultural de gran importancia para la imagen de la isla, más allá de su fama de sol y playa» que durante diez años trajeron numerosos intérpretes de prestigio internacional a Ibiza.

En aquellos años, Margarita Kinsberger colaboró como redactora en la conocida publicación Ibiza Now. Gracias a ella fue testigo de algunas de las exclusivas fiestas que tuvieron lugar en Ibiza en aquellos años y a las que asistieron los rostros conocidos del momento como «la marquesa viuda de Montelo, Tesa de Baviera, duquesa de Balboa, duquesa de Tovar. Cuqui Fierro, Concha García Campoy o Cristina Spengler».

A sus 85 años esta alemana ha decidido retomar su labor organizativa en Ibiza al saber que Manos Unidas cumplía 30 años. De ahí comenzó a buscar los fondos necesarios para que tuviera lugar la Gala de Ópera que se celebró ayer en el Palau de Congressos d’Eivissa y donde se dieron cita grandes artistas como Olesya Petrova, Irantzu Bartolomé o Carlos Cosias. «Con este acto me despido de los conciertos en Ibiza», aseguró una Margarita satisfecha.