El propietario y cocinero del Restaurante Antonio, Antonio Iniesta, entre las mesas del negocio familiar que poco ha cambiado en estos 50 años. | DANIEL ESPINOSA

El día 29 de noviembre, Antonio Iniesta, servirá sus últimos menús. Después de una larga y emotiva jornada, colgará el cartel de ‘cerrado’ tras más de medio siglo de negocio familiar.

El Restaurante Antonio, situado en la calle Abad i la Sierra 21 de Vila, abrió sus puertas hace más de 50 años, y lo hizo, en sus inicios, en lo que fue «la casa familiar», explicó Antonio, al recordar cómo su padre, «uno de los primeros murcianos que llegó a Ibiza», empezó a servir comidas en las casas bajas donde vivían, a sólo unos metros de la ubicación actual del restaurante.

Son muchos los recuerdos que pasan por la memoria de Antonio, que ha pasado toda su vida entre los fogones y las mesas de este restaurante, que poco o nada ha cambiado en estos años.

Primeras comidas

«Nos trasladamos al local actual porque el constructor era amigo de mi madre y se lo ofreció», recordó Antonio, quien aseguró que poco después de trasladarse fue su madre, Catalina Torres, la que se encargó de las comidas. «Mi padre murió joven y mis hermanas y yo lo aprendimos todo de mi madre».

La cocina tradicional y de mercado es la base de este restaurante que sirve diariamente una media de 80 o 90 menús «unos días son 60 otros 120, depende», aseguró Antonio, que cuenta con una clientela habitual que se «está enterando estos días del cierre del negocio».

Los clientes, que han llegado a hacerse fijos en muchos casos, llegaban atraídos por el buen hacer del cocinero y por sus precios asequibles. La variada elección entre los platos del menú y la amabilidad del personal han hecho posible estos más de 50 años de historia en los que han dado de comer a varias generaciones de ibicencos.

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Comida tradicional

La cuenta atrás ya ha empezado para Antonio y para sus otros tres trabajadores, «que llevan entre veinte y quince años conmigo», pero hasta final de mes quedan aún muchos platos que servir. Ayer sábado se serviía el «menú estrella», con paella y carne asada, o bien de cerdo o de cordero.

Al propietario y cocinero del restaurante, Antonio, aún le quedan horas de cocinar potajes de garbanzos, arroces de matanzas, fideos con habas y fritas de cerdo, pero su mente ya está puesta en su bien merecida jubilación. «Cerramos porque mis hijos, uno ingeniero y el otro profesor, no tienen intención de continuar con el negocio», aseguró.

Jubilación

Antonio piensa ya en decir adiós a este trabajo «tan esclavo», para poder disfrutar de su tiempo con su mujer «que está sola de siete a siete». Además, Antonio tiene muchas ganas de viajar. «Tengo un viajecito pendiente a Canadá. Mi hijo pequeño lleva allí dos años y medio y no hemos podido ir a verle». Antonio esperará un poco en hacer las maletas, ya que «en estos momentos están a 25 grados bajo cero».

Atrás quedan ya las muchas anécdotas de Antonio, como cuando preparaba comidas para los presos de la cárcel, «cuando aún estaban en el claustro del Ayuntamiento»; o cuando cocinaba para varios equipos de fútbol o, incluso, para el Hospital Reina Sofía.

Se acabó la compra matutina en el mercado y las charlas amables con los clientes. Ahora toca pensar en uno mismo, en disfrutar del tiempo libre y en mantener siempre en la memoria los grandes momentos vividos. Ahora toca estar orgullosos del gran esfuerzo que ha costado a la familia, que el restaurante cuente con el reconocimiento y fama que tiene a día de hoy, y de que su buena cocina haya dejado tan buen sabor de boca a tantas y tantas personas. Buen provecho.