Esta semana comenzó con un titular en nuestro periódico que nos debería hacer reflexionar: en Ibiza ya hay más vehículos que habitantes. Para ser exactos, la cifra de coches alcanza las 150.000 unidades mientras que el último censo, de 1 de enero de 2016, establece en 142.000 los residentes en la mayor de las Pitiusas.

La noticia viene al pelo cuando Madrid, por primera vez en la historia, ha restringido el tráfico en el centro la ciudad –el interior de la circunvalación M30– por los altos niveles de polución que está alcanzando. La contaminación es un problema de una gravedad superlativa por mucho que políticos como Esperanza Aguirre lo minimicen hasta cotas ridículas, como decir que el hecho de que no puedan circular un día los vehículos con matrículas pares le obliga a quedarse encerrada en casa. Pues que se quede ahí.

En Ibiza no se dan datos de contaminación semejantes a los de la capital, pero la huella que deja el tráfico podría acabar pasando factura. Por el momento, lo que sí provoca tal magnitud de coches por nuestras calles y carreteras, sobre todo en verano, son falta de aparcamiento, retenciones kilométricas y riesgos medioambientales en accesos a playas y zonas protegidas.

Desde el Consell d’Eivissa se quiere impulsar el transporte público y el uso de la bicicleta, pero como ya hemos advertido en anteriores artículos, harán falta años, quizás décadas, para vislumbrar mejoras en la movilidad de la isla. Se requiere de mucho tiempo para que una sociedad pueda asumir los cambios y modificar sus hábitos.

La semana que ha servido para despedir el año nos ha traído la calma tras la tempestad. A la sucesión de inundaciones han seguido de sol radiante y temperaturas que han rozado los 20 grados, suficiente para que muchos valientes se hayan dado el último chapuzón del año.

Ibiza despide 2016 con el reto de intentar redistribuir mejor la riqueza que se genera en los meses de temporada alta y el desafío de acabar con los abusos y la sensación de impunidad que hace que cada vez más residentes pongan en cuestión el actual modelo. Reducir la brecha de la desigualdad debe ser la herramienta a partir de la cual comiencen a calibrar mejor las cosas en una isla realmente privilegiada.