La figura del pintor Voldemar Boberman ha pasado de puntillas por la historia de Ibiza, eclipsada por la de otros artistas que quedaron también fascinados por la isla como Walter Benjamin o Raoul Haussman.

Nacido en 1897 en la Rusia de los zares y perteneciente a una familia de la alta burguesía rusa, se vio obligado a exiliarse y tuvo que abandonar Moscú en 1919 tras la revolución bolchevique. A partir de ese momento, se dedicó a hacer un periplo por diferentes ciudades europeas que lo llevó a Berlín o Milán donde trabajó como decorador y diseñador de ropa para diferentes ballets y óperas.

En París conoció al pintor Juan Gris y a Picasso y, en la década de los dorados años veinte, hizo varias exposiciones en la capital francesa que lo consagraron como uno de los más importantes pintores figurativos del momento.

Los puertos constituyen la parte central de su obra, entre ellos el de Ibiza que le fascinó a su llegada a la isla a finales de los años cuarenta. A partir de ese momento, Boberman y su mujer Doussia vivían en invierno en París pero pasaban todos los veranos en la isla. En es Canar, entonces un pequeño pueblecito de pescadores, decidieron construir su propia casa donde, como cuenta Ingolf Scola en su biografía sobre el artista ‘Voldemar Boberman. Un pintor en las turbulencias del siglo XX’, desconectaban de la agitada vida parisina.

A pesar de su vinculación con la isla, nunca se integró en los grupos artísticos de la época, probablemente porque era mayor que otros artistas extranjeros afincados en Ibiza.

Hartos de los largos inviernos en parís, el matrimonio Boberman alargó cada vez más sus estancias en Santa Eulària hasta el punto que pasaron las dos últimas décadas de su vida en su casa payesa levantándose con las gallinas y alejados del bullicio de lo que fue convirtiéndose la isla.

A principios de los 80, Boberman vende su estudio de parís y se muda definitivamente a Ibiza donde realizó varias exposiciones y pasó los últimos años de su vida. Murió en el año 1987, a los 90 años de edad, en la clínica Vilás de Ibiza y fue enterrado en un nicho del cementerio nuevo de Santa Eulària en un funeral multitudinario al que asistieron los numerosos amigos que hizo a lo largo de su vida. En homenaje a su figura y su vinculación al municipio, el Ayuntamiento decidió poner una calle con su nombre.

Passatge Voldemar Boberman

Viaje a una isla perdida durante la posguerra

La primera vez que el pintor y su mujer viajaron Ibiza fue en el año 1949 en el único ferry que hacía una travesía semanal desde Barcelona. Boberman se encontró una isla sumida en plena postguerra, sin apenas turismo, un paraíso para los pocos visitantes que llegaban.

La primera visión del puerto de Vila impactó enormemente al artista, hasta el punto que la imagen portuaria de Ibiza fue una de las más retratadas por Boberman a lo largo de su vida.

Al pintor le fascinaba contemplar cómo los habitantes de la isla se agolpaban en los andenes del puerto para observar la maniobra de atraque de los barcos y guardaban cola para coger el correo y diversas mercancías que esperaban recibir.

En sus primeros días de estancia, el matrimonio se hospedó en el Hostal La Marina y solían sentarse durante horas en los bares del puerto observando el bullicio de gente yendo y viniendo.