El termómetro marcaba anoche 11 grados a las puertas del local habilitado desde el pasado viernes en la iglesia de la Santa Creu de Vila para acoger a las personas sin hogar. Lo peor de la ola de frío ya ha pasado pero la persistente lluvia que no ha dejado de caer durante todo el día hace que muchas de las personas que duermen habitualmente en la calle acudan una noche más en busca de un techo.

Sister, voluntaria de la Cruz Roja, y Lina Hidalgo, de la Associació de Voluntaris d’Eivissa, son esta noche las encargadas de recibir a los usuarios a quienes no les preguntan más datos de su vida personal que su nombre para dirigirse a ellos a la hora de ofrecerles una cama. Las dos pasan la noche en vela para atender cualquier incidencia aunque aseguran que, hasta el momento, todas las noches han sido tranquilas.

Sister, voluntaria desde hace cinco años, no se atreve a definir un perfil de la gente que acude al local estos días. «Viene desde gente que tiene trabajo pero no tiene dinero para pagar una habitación hasta gente que no tiene nada, que está fuera del sistema y que no ha pagado nunca una factura», señala.

A las puertas de este improvisado albergue encontramos historias de personas que podríamos ser cualquiera de nosotros. Como la del brasileño Wellington y la ucraniana Olga, una pareja que llegaron de Barcelona hace un mes buscando trabajo en la isla y que duermen desde entonces en la terraza de un restaurante en la playa de ses Figueretes porque todavía no han conseguido un empleo. «Dormir en la calle es muy duro, por el frío y por la humedad y porque no puedes descansar», cuenta Wellington, productor musical de profesión. Aún así, asegura que Ibiza es mucho menos dura que Barcelona y confía en encontrar un trabajo pronto que les permita pagar un techo.

De lo que posiblemente no sean todavía conscientes es de que tener un empleo en la isla no siempre da garantías de poder tener una casa. Un joven de Jaén que prefiere no dar su nombre lleva cuatro noches durmiendo en este local.

Desde hace siete años vive en Ibiza y los últimos tres meses duerme en la calle a pesar de estar trabajando como obrero. «No se me cae la cara de vergüenza por venir aquí pidiendo una cama», afirma. Su casa ahora es un cuarto de contadores de una comunidad de vecinos donde duerme con dos mantas sobre tres cartones. Los «abusivos» precios de la vivienda, los bajos sueldos y los retrasos en el cobro de los salarios son el motivo que, según cuenta, hacen imposible poder alquilar una habitación.

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El censo municipal de personas sin techo tiene registradas 17 personas que viven al raso en el municipio de Vila durante el invierno, según señala el concejal de Benestar Social de Vila, Joan Ribas, aunque los que viven en infraviviendas alcanza la cincuentena. Unas cifras que en verano se disparan.

La buena acogida que ha tenido la experiencia piloto de habilitar este local durante la ola de frío debe ser, según Flora Aznar, trabajadora social de Cruz Roja, «el punto de partida» para seguir reivindicando el futuro albergue que planea hacer el Consistorio en el barrio de sa Colomina, un proyecto que cuenta, de momento, con la oposición de los vecinos de la zona.

Todos los responsables de este dispositivo contra el frío coinciden en la buena convivencia entre los usuarios durante estos días aunque posiblemente la que mejor resuma la necesidad de ayudar a estas personas sea Lina, una de las voluntarias: «Si no nos tocan la fibra estas personas que están tiradas en la calle, ¿qué otras cosas nos la pueden tocar?»

LA NOTA

Un techo, veinte camas y sopa caliente para resistir la ola de frío

El local habilitado en la iglesia de la Santa Creu de Vila abre sus puertas a las nueve de la noche para acoger a una veintena de personas. Duermen en colchones dispuestos sobre hamacas de emergencia e incluso sobre los bancos del propio templo que, poco a poco, se van ocupando por las personas que acuden por su cuenta o avisados por los voluntarios de la Unidad de Emergencia Social (UES) de la Cruz Roja que habitualmente peinan las calles de la ciudad ofreciendo mantas y sopa caliente. A las 23 horas las puertas del local se cierran y las luces se apagan hasta las siete de la mañana del día siguiente cuando todos los usuarios regresan de nuevo a la calle.

El local estará abierto a las personas sin hogar hasta el domingo por la noche cuando está previsto que acabe este episodio de ola de frío. La noche del miércoles fue la de mayor afluencia, con un total de 19 usuarios.