Echas la basura orgánica en un cubo, esperas unos meses y, voilà!: las cáscaras de huevo, peladuras de cítricos y frutas, los restos de pasta, ensalada, carne y casi todo aquello que dejamos en nuestros platos se transforman en compost, un abono orgánico que le va a las mil maravillas a las plantas del huerto o de casa y que nos ahorra de deshacernos del 40 % del peso de nuestras basuras además de ayudar a no saturar el vertedero de Ca Na Putxa, que es donde van a parar los desechos de todos.

Como casi todo en la magia, aquí también hay un truco. En este caso formado por multitud de microorganismos, gusanos, ciempiés e insectos varios que se dedican a merendarse, digerir y excretar aquello que hemos depositado y que, junto a un gas llamado oxígeno, obran la milagrosa transformación de la basura orgánica en abono.

Hacer compost es sencillo, pero como todo, requiere de aprendizaje. Por esta razón, Juanjo Torres d’Amics de la Terra recorre estos días las escuelas de Formentera impartiendo cursos a los estudiantes sobre cómo hacer el compost e, igual o más importante aún, las razones para fabricarlo. «Les enseño cómo aprovechar la parte olvidada de nuestros residuos, que suele ser la parte orgánica, y cómo utilizar estos restos depositándolos dentro de un contenedor compostadora, transformarlos y después, con el resultado que es el compost, cómo pueden reutilizarlo de abono en su huerto y volver a hacer crecer más frutas y verduras que después consumirán generando a su vez más restos orgánicos que volveremos a poner en la compostadora cerrando el ciclo de la materia orgánica sin desperdiciar ni desechar nada». «Estos cursos y talleres los impartimos a escolares, pero también a familias y adultos. Se trata de concienciar a todos sobre la necesidad de no generar más residuos de los necesarios proponiendo fórmulas como esta, que permite reducir generosamente la cantidad de restos que, de otra manera, irían a engrosar los ya de por si sobreocupados vertederos», apuntó.

Una vez asimilada la teoría en clase llega la parte práctica que situamos en esta ocasión en el pequeño huerto de la escuela del Pilar. Los aprendices de ‘compostadores’ se organizan en grupitos y empiezan a asumir sus tareas, en este caso coger los distintos restos de frutas y hortalizas y echarlas en la compostadora. Después repiten la acción echando un saco de posidonia seca que, posteriormente, se mezcla con los otros restos. Ahora solo cabe esperar más o menos un trimestre y dejar que los bichitos, el aire, la humedad y el tiempo hagan su trabajo y, como por arte de magia, conviertan la basura en un abono ideal para las plantas de cualquier huerto que se precie.