Los dos veranos de 1932 y 1933 que Walter Benjamin pasó en Ibiza supusieron un bálsamo en la atormentada vida de este brillante filósofo alemán.

Su retiro temporal en la isla fue, el primer año, en la ahora conocida como sa Punta des Molí, en Sant Antoni, en concreto una modesta casa junto al molino llamada Can Frasquito, el apodo de un pescador con quien Benjamin compartió horas pescando en una pequeña barca durante las cuales el filósofo se empapó de las tradiciones ibicencas y dejó temporalmente de lado su intensa vida intelectual. El año siguiente prolongó su estancia durante seis meses en los que vivió primero en una casa cercana al faro de Coves Blanques y después en una habitación que alquiló al otro lado de la bahía.

La arquitectura local, las historias que le contaron los ibicencos o el paisaje de la isla supusieron un motivo para la reflexión sobre los viejo y lo nuevo o el primitivismo y la modernidad.

Agobiado por sus escaseces económicas y sus angustias existenciales, la estancia en la isla supuso un plácido paréntesis para la difícil vida de Benjamin y un descanso del duro periplo vital que tenía por delante.

Nacido en una acomodada familia dedicada a los negocios en Berlín en 1892, empezó a estudiar Filosofía con 20 años, edad a la que se comienza a identificarse con el denominado ‘sionismo cultural’ que defendía el judaísmo como parte fundamental de la cultura de Europa.

En 1917 conoció a la que sería su mujer, Dora Sophie Pollack, con la que tuvo un hijo y posteriormente se divorció. Una ruptura que le obligó a hipotecar la herencia familiar recibida para pagar las exigencias de su mujer.

A partir de entonces, la vida del filósofo se convierte en una huida permanente y un deambular por diferentes ciudades europeas a las que se trasladó huyendo del régimen de Hitler por su condición de comunista y de judío.

En 1932, tras su escapada a Ibiza, Walter Benjamin se trasladó a Niza donde se planteó quitarse la vida al vislumbrar el ascenso al poder de los nazis. De ahí se marchó a París donde buscó el apoyo de otros filósofos marxistas como Adorno o Horkheimer donde malvivía con lo poco que cobraba como profesor.

París tampoco se convirtió en su lugar de residencia final y el 14 de junio de 1940 tuvo que escapar de allí por la ocupación de la ciudad por las tropas nazis. A partir de ese momento, se inició una huida que terminó trágicamente en septiembre de ese mismo año con el suicidio del filósofo.

Calle de Walter Benjamin

Un tráfico final en la frontera con Francia

Portbou fue la localidad donde Walter Benjamin murió en septiembre de 1940 tras ingerir una dosis letal de morfina. Al parecer, tomó la decisión de hacerlo después de que fuera interceptado por la policía española junto a un grupo de refugiados judíos cuanto intentaba salir de Francia sin tener una visa.

A pesar de que otros refugiados consiguieron finalmente cruzar la frontera y llegar a Lisboa, el filósofo decidió acabar con su vida por el temor de tener que volver a Francia y caer en manos de la Gestapo, con la mala fortuna de que las autoridades españolas levantaron la restricción a los pocos días.

Benjamin tuvo que ser enterrado en Portbou con el dinero que aportaron sus compañeros de viaje. El certificado de su defunción señala como causa de la muerte un aneurisma cerebral para permitir que un cementerio católico acogiese los restos del pensador evitando complicaciones burocráticas.