Un camino de tierra flanqueado por deteriorados portales de feixa y canales contaminados conduce a la casa de Noki, una tailandesa de 55 años, que ocupa una de las casas abandonadas de ses Feixes des Prat de ses Monges de Vila.

Ella es una de la decena de okupas que todavía viven en este degradado humedal de origen islámico que sigue siendo la asignatura pendiente de los sucesivos gobiernos insulares y locales que apenas han dado tímidos pasos para su recuperación.

Un viejo somier oxidado sirve de valla para cercar la casa donde vive desde hace seis años junto a Chili y Nin, sus dos perros, y con un compañero con el que comparte habitación y que le permite sentirse más segura. La gente que vive aquí se encuentra en una situación muy dura y subsiste como sea. Por eso, los robos son habituales entre los propios vecinos, que entran en casas ajenas buscando algo de dinero, ropa o incluso comida.

Sin embargo, este no es el único riesgo de vivir en ses Feixes. Muchas personas, especialmente cuando caminan bajo los efectos del alcohol, se caen en los canales, llenos de agua contaminada y excrementos de los propios residentes, con el consiguiente riesgo para su salud. La humedad, que acentúa el calor del verano y el frío del invierno, también es muy perjudicial para Noki. Tiene asma y bronquitis y ha tenido que ser ingresada en el hospital en numerosas ocasiones por este motivo. Desde hace unos días tiene ventanas pero, hasta ahora, tapaba los agujeros de las paredes con colchones.

Aún así, asegura que no volvería a su país de origen Tailandia, donde vivía en una región fronteriza con Vietnam en la que solo había campos de arroz: «Aquí me puedo buscar mejor la vida porque hay más dinero».

Noki se gana la vida vendiendo ropa de segunda mano en el mercadillo de Sant Jordi y las pulseritas y los pendientes que ella misma hace. Con el poco dinero que gana subsiste en una casa que no tiene ni luz ni agua corriente. Cada semana usa unas doce garrafas de agua para cocinar y ducharse que llena en el pozo de Sant Rafel ayudada por un amigo que le lleva en coche. Tampoco tiene nevera y por eso tiene que comprar y cocinar cada día. Hoy va a preparar pechugas de pollo, puerro, manzanas y patatas. El pollo lo ha comprado al 30 por ciento de descuento porque llevaba unos días caducado. Pero Noki es buena cocinera y elabora con esmero todas las receta que hace en el hornillo de gas en el interior de la casa sin temor a una explosión.

Para iluminarse, utiliza una pequeña placa solar que le permite encender una minúscula bombilla para poder ver cuando anochece. No puede tener tele porque necesitaría una batería de coche para que funcionara. Por eso, se pone la radio y se va a la cama pronto.

Noki pasa muchas horas sola aunque habla a sus perros y a sus muñecas como si fueran su familia. Tiene uno o dos amigos de verdad pero no quiere más: «¿Para qué? Para que me roben?», asegura. Cuando le preguntan por el futuro, no sabe qué responder y se limita a decir: «¿El futuro? Lo veo muy lejos».

LA NOTA

Los 'vecinos' de ses Feixes

Actualmente en ses Feixes viven una decena de personas de diferente perfil. Desde personas mayores que no pueden pagar una casa y encuentran su refugio en una infravivienda del humedal hasta personas con problemas de alcohol y drogas e incluso un enfermo de cáncer.

Belén Torres, trabajadora social del Centro de Día de Cáritas, se encarga de visitar a todas estas personas para comprobar ‘in situ’ en qué condiciones viven para poder ofrecerles una mejor ayuda.

Aunque al principio algunos son reticentes a recibir ayuda, en general aceptan la ropa y los alimentos que les ofrece Cáritas.