La isla ya respira aroma estival, a pesar de que estamos a mediados del mes de abril. La Semana Santa ha llegado con calor y miles de turistas bajo el brazo, lo que ha contribuido a la apertura de hoteles, terrazas, restaurantes y oferta complementaria varias semanas antes de lo previsto.

Sin embargo, el grave problema que supone la falta de vivienda y los alquileres abusivos está poniendo en peligro la competitividad de la isla, que corre el riesgo de convertirse en territorio de camareros y temporeros de baja cualificación. Esta situación de emergencia habitacional obliga a multitud de personas a renunciar a sus deseos de trabajar en Ibiza o a devaluar su propia dignidad para vivir hacinados en pisos, habitaciones o cualquier otro rincón con cama con tal de aceptar un empleo en la isla.

Desde hace unos años parece cuestión primordial a la hora de conceder un puesto de trabajo que el candidato tenga alojamiento seguro en la isla, pero son muchos los empresarios que, alarmados por la situación, buscan alternativas habitacionales para garantizarse una plantilla amplia y profesional. En cambio, existen también ‘empresarios’ sin escrúpulos que ofrecen pisos patera a sus empleados y les pagan poco y mal, ‘incentivándolos’ con sobresueldos en B por trabajar 12 o más horas al día y no librar ni un solo día en los meses centrales del verano. A eso se le llama explotación laboral y, por desgracia, es una práctica cada vez más extendida en la isla de la codicia y la desvergüenza. Sobran empleos y falta dignidad.

La Semana Santa, por lo demás, está sirviendo como antesala de lo que se prevé como ‘la madre de todos los veranos’. Este año veremos si la isla está preparada para absorber tal cantidad de personas –hay más de 8 millones de plazas aéreas para Ibiza– con unos servicios, recursos y territorio limitados. Veremos si somos capaces de atender con calidad y profesionalidad a ese tipo de turista que pretende fidelizar la isla; un visitante con poder adquisitivo que gaste dinero y no destruya el medio ambiente. Si cada vez los atendemos con menos personal y personal menos cualificado por ser un destino poco atractivo para trabajar, acabaremos muriendo de éxito y reventando la gallina de los huevos de oro.