Cristina, Maruja y Margarita acuden puntuales a las siete de la tarde al Casino des Moll a jugar su habitual partida de parchís de los lunes. Son las primeras en sentarse en una de las mesas de la sede de la mítica sociedad que ha sido testigo de la transformación de la isla desde 1923 en su sede de los andenes del puerto de Vila.

Hace cuarenta años, el Casino contaba con medio millar de socios pero, en la actualidad, no supera los 80. El motivo es que ha pasado de ser una sociedad para todos los públicos, donde se juntaban tres generaciones de una misma familia, a ser un local de mayores. «Los jóvenes ya no quieren venir y los socios se están haciendo mayores», explican las avezadas jugadoras de parchís. La mayor competencia del Casino es, hoy por hoy, la Llar Eivissa y Can Ventosa, donde los jubilados pueden echarse la partida todos los días, no solo lunes y viernes como en el Casino, y además de forma gratuita.

Evelio Minuesa, actual presidente del Casino, reconoce que el futuro de la sociedad no es bueno. «Nos ha afectado la apertura de clubes de la tercera edad y que la juventud pasa olímpicamente de venir», asegura. Minuesa explica que, recientemente, se han apuntado algunos jóvenes de entre 30 y 40 años de edad pero la realidad es que se limitan a pagar la cuota mensual de 7 euros porque al final nunca acuden. «Antes había cola para apuntarse a las cenas, ahora en cambio apenas vienen 30 personas», señala.

La falta de socios y la disminución de las actividades culturales se ha convertido en la pescadilla que se muerde la cola en el Casino. Exposiciones, obras de teatro, campeonatos de ajedrez o conciertos pasaron a la historia con el cambio de milenio. Neus Planells, presidenta entre los años 2000 y 2006 durante los que potenció el ajedrez y el teatro, ha sido testigo del ocaso del Casino des Moll. Recuerda que, en los años 60, abría todos los días y era el punto de encuentro no solo de los jóvenes de la época sino de la gente que acudía diariamente a leer el periódico o algún libro. «El Casino formaba parte de las familias, era el lugar donde se juntaban abuelos hijos y nietos», afirma Planells.

Después de unos años sin acudir, Neus Planells volvió a frecuentar el Casino en la década de los 80, cuando la sociedad todavía estaba en su máximo esplendor y se organizaban excursiones, multitudinarias cenas o fiestas de disfraces.

Ahora, mientras nos enseña la colección de fotos antiguas del Casino, asegura que la mitad de los que aparecen ya han muerto y que el alquiler del piso superior fue el principio de su ocaso. En esta planta se organizaban buena parte de las actividades culturales que desaparecieron cuando el piso fue alquilado, lo que, según la expresidenta, hizo perder el interés de muchos de los socios.

Neus Planells es pesimista respecto a la supervivencia de esta sociedad, uno de los referentes culturales de la ciudad que todavía permanece en pie después de que otros, como el Cine Serra, ya hayan desaparecido.

Su actual presidente se esfuerza en mostrarse optimista y apunta varias de las ideas que, con buena voluntad, propone para asegurar el futuro del Casino como conseguir que los hijos de los actuales socios cojan el testigo de sus padres. De lo contrario, el final de esta sociedad será irremediable y el casino morirá cuando fallezca el último socio.

EL DETALLE

Ofertas de compra para un edificio que forma parte de la historia de Ibiza

El actual presidente de la sociedad asegura que, a pesar de las numerosas ofertas que reciben cada año para comprarlo, el Casino des Moll no está en venta. «El Casino es un pedazo de la historia de Ibiza», afirma Evelio Minuesa.

El solar donde se construyó el casino costó en su momento 30.000 pesetas. En 1976 se acordó demoler el edificio que había y se levantó la actual estructura, que primero tenía solo dos alturas, a las que posteriormente se añadió una tercera. En los años de máximo apogeo, el Casino ocupaba dos de las plantas del edificio pero en el año 2007 se acabó por alquilar la superior para poder sufragar los gastos de funcionamiento de la sociedad.

Este edificio puede presumir de tener una de las mejores vistas del puerto de Ibiza. Sus balcones con vistas al muelle son un espectáculo en celebraciones como la fiesta de la Virgen del Carmen.