Toni Marí ‘Moreras’ nos recibió en el Tropicana Beach Club, en Cala es Jondal. | DANIEL ESPINOSA

Toni Marí Ramón, Toni Moreras, nació en Sant Jordi en 1946 y «desde bien pequeño, con seis años, tenía claro lo que quería ser: quería dedicarme a la hostelería». La oportunidad le llegó con 12 años, convirtiéndose en el botones del Hotel Figueretes. Ha pasado por todos los escalones del sector y en 1988 vio cumplido un sueño con la apertura del Tropicana Beach Club. Moreras es presidente de la Asociación de restaurantes y concesionarios de Sant Josep.

—Con la temporada encima y los buenos registros de ocupación de la Semana Santa se aventura un buen año...
—En Semana Santa hemos tenido un tiempo maravilloso y eso es sinónimo de gran ocupación. Creo que ha sido la mejor Semana Santa en muchos años, pero debemos ir con cabeza y que la soberbia no nos castigue. Los problemas por la inseguridad en otros puntos turísticos nos está favoreciendo, pero no nos podemos emborrachar de éxito y hay que seguir trabajando. Sin sacrificio, horas y amor a las islas no hay nada. Lo que se ha hecho está ahí y ahora no podemos volver atrás. Las nuevas generaciones no pueden bajar la guardia y deben enfrentarse a problemas que pueden ser letales para la isla como la vivienda o la inseguridad.

—¿La falta de viviendas se está convirtiendo en un freno para la llegada de trabajadores?
—Así es. El problema de la vivienda es terrible. Recientemente ayudé a una pareja a buscar una casa y siendo de aquí y conociendo a la gente que conozco, me fue imposible encontrarles algo digno. Estuve en un apartamento que era un cuchitril y por el que les pedían 1.200 euros mensuales. Es un problema que tendemos a ignorar hasta que lo sufres y me parece una injusticia tremenda. Pero ojo, es un problema que afecta al conjunto de la isla porque sin viviendas no hay profesionales. En Ibiza tienen que estar los mejores profesionales pero así es imposible. Debemos empezar a pensar en crear nuevas viviendas.

—¿Y la seguridad también es fundamental para un destino turístico?
—Exacto. Las autoridades deberían actuar porque la marca Ibiza está en juego. Los turistas vienen a disfrutar de sus vacaciones y si tienen algún disgusto puede ser que al año siguiente apuesten por otro destino. En las playas tenemos un grave problema con la venta ambulante y lo que lleva aparejada. Los robos y hurtos se han disparado en los últimos años y es un problema que debería ser factible de erradicar. Si voy a una playa y me revientan el coche en el parquin o me roban el teléfono o la tableta, al año siguiente igual me lo pienso.

—Usted es el presidente de la asociación de restaurantes y concesionarios de playas de Sant Josep, ¿cómo se presenta el año 2 de la subasta de hamacas?
—La subasta está hecha y ya no hay marcha atrás. Yo entiendo que si hacen faltan más hamacas es buena señal para toda Ibiza porque eso significa que hay turistas. Hay otros aspectos en los que tampoco podemos volver atrás. Poner límites es arriesgado. Hace años la gente iba en bicicleta porque no tenía otra cosa. Ahora se va por gusto, pero toda la gente quiere ir en coche. Ibiza puede estar saturada en algunas épocas, pero también lo están Madrid, Barcelona o Valencia. Lo malo sería que no viniese la gente y entonces sí que lo lamentaríamos.

—Usted ha vivido en primera persona la evolución de Ibiza como destino turístico de primer orden mundial. ¿Cómo ha sido la evolución?
—Yo he conocido cinco Ibizas. En los años 50 no había nada de nada. Ni trabajo, ni dinero y fueron muchos los que emigraron. A partir de los 60 Ibiza sufre un primer cambio. Los ibicencos levantan los primeros hoteles a través de acuerdos con grupos británicos. En Vila ya estaba el Gran Hotel Ibiza, el actual Montesol, al que se sumó el Hotel Noray, el Cenit y con ellos llegaron los primeros ascensores. Fueron los años del impulso de un cambio porque la llegada de turismo nos dio mucha cultura. El turismo llevó aparejado un cambio de ropa, de zapatos, en la alimentación de las casas... el turismo nos instruyó y alimentó el resto de factores: la construcción, la cultura...fue el progreso que trajo una tercera fase con la construcción de carreteras, nuevas infraestructuras y más hoteles. En los 70 Ibiza se instaló en un progreso continuo.

—Y la progresión continuó hasta situar a Ibiza entre los referentes del turismo mundial.
—Así es. El poder adquisitivo de los ibicencos cambió un cien por cien en los 80 con la venta de terrenos a extranjeros para la construcción de apartamentos y hoteles. Y en los 90 llegó el boom. Y el nuevo siglo nos trajo la eclosión de la zona de Platja d’en Bossa.

—¿Para entonces, usted ya había hecho realidad uno de sus sueños?
—Sí. En 1986, junto con la familia, abrimos el Tropicana Beach Club. La zona estaba considerada como el Amazonas de Ibiza. Era un riesgo porque los accesos por tierra eran muy precarios pero yo era de la idea de que la gente vendría por mar. Ha costado mucho sacrificio y asumimos muchos riesgos, pero el Tropicana suma ya treinta temporadas de éxito. Abrimos una senda y mantenemos la esencia del primer día.

—¿Y cómo surgió la idea de abrir un beach club?
—En mis vacaciones me dedicaba a viajar y espiar cómo funcionaba el sector en el exterior. Los beach club triunfaban en Saint Tropez y estaba convencido de que en Ibiza también daría resultado. El éxito del Tropicana radica en que está en un enclave fantástico, se puede comer en la playa, hay música, pero también se puede leer y dormir.

—¿Usted lleva cerca de 60 años en la brecha?
—Sí. En 1958, con doce años, estaba de pastor en Sant Jordi y el recepcionista del Hotel Figueretes me ofreció ser botones. No lo dudé. Recuerdo las carreras que me daba para ir hasta Vara de Rey para coger un taxi. Ganaba 40 pesetas al mes. Yo solía buscar uno que hablaba en inglés y que me daba propinas. En 1966, después del servicio militar, entré en el Hotel Helios. También estuve en el Cenit y en el Tres Carabelas. He sido botones, aprendiz, ayudante, subcamarero, camarero, segundo metre y primer metre. En 1977 cogí el bar ses Botes. Recuerdo que su antiguo dueño, Joan Serrete, me dijo: «Toni has de venir o el ses Botes se cierra», y allí fui. Nueve años después llegó la hora del Tropicana.

—El enclave era un riesgo...
—En la vida hay que tomar algunos riesgos, pero yo estaba convencido de que la idea iba a gustar. El Tropicana abrió sus puertas el 7 de mayo de 1988 y fue el primer beach club de Ibiza. Lo que me sabe mal es que la línea de costa de la isla no esté en manos de eivissencs, pero es lo que hay.

—Con su trayectoria y experiencia, nunca le llamó el mundo de la política...
—(risas)... Alguna tara debo tener cuando nunca me han ofrecido nada. Ni de un lado ni de otro. De política nada, pero sí tuve una incursión en el mundo del fútbol y fui presidente de la Sociedad Deportiva Ibiza. Estábamos en 2 división B.