Álvaro Mendoza en el parque situado frente al IES Marc Ferrer. | D.S.

Formentera se llena en verano y esto provoca una masificación para la que la isla no está preparada y de la cual se acaban resintiendo su territorio y sus zonas costeras, hábitat de las praderas de posidonia, que es la base de la calidad de nuestras aguas. Para algunos como Álvaro Mendoza, de la plataforma Formentera Importa, debe ser ya tiempo de reflexión.

—¿Cómo surge Formentera Importa?
—Fue en abril del año pasado, precisamente con el tema del traslado de la estación marítima en el puerto de Vila, fue entonces cuando surgió ‘On Sempre’, un movimiento al que se sumó nuestra plataforma y que defendía y reivindicaba nuestro interés en permanecer en la misma ubicación, que es la actual.

—¿Esto en qué ha derivado?
—Hemos seguido una línea que trata de interiorizar y estar todos más atentos con lo que pasa en la isla, profundizando un poco más en temas como el problema de la vivienda, la posidonia y los fondeos Meses atrás hicimos un ciclo de conferencias tituladas ‘Converses d’hàbitat i turisme’ donde se reflexionó sobre el estado de Formentera y contamos con la participación de gente y empresarios preocupados por la deriva de la isla. Tratamos de investigar, de tener unas bases sobre lo que está sucediendo en Formentera y en Balears.

—¿Hay que estar preocupados por Formentera?
—Sí, nos sentimos preocupados, y por esta razón hemos emitido un comunicado donde damos a entender que todos tenemos una responsabilidad como ciudadanos. Responsabilidad porque vemos toda esta creciente masificación que sufrimos año tras año. Cada temporada inundamos las redes con quejas y protestas, cada vez tenemos menos espacio los formenterers para disfrutar de nuestra isla.

—Pero el negocio de esta isla se basa en el turismo.
—Somos conscientes de ello, y no queremos acabar con el turismo. Se trata de todo lo contrario, de invertir en el presente y en la imagen que transmitimos al exterior; una imagen de tranquilidad y de aguas cristalinas en nuestras playas generadas en gran medida por la posidonia. Estamos transmitiendo esto al exterior y la gente que viene atraída por esta imagen se encuentra una realidad distinta cuando llega aquí, con masificación, con casi ni espacio para la toalla, con una línea de embarcaciones en todo el litoral que te impide disfrutar del paisaje. Nosotros mismos nos estamos perjudicando. Si no cuidamos lo que nos beneficia tendremos un futuro incierto.

—¿Estamos perdiendo la identidad?
—Estamos cayendo en lo genérico, y de eso ya existe mucho en este país. Entonces, ¿por qué no seguir en cuidar nuestro territorio y en cuidar esa imagen y esa identidad? Esta es nuestra responsabilidad y nuestra preocupación.

— ¿Cómo revertir la actual situación?
—Tomando medidas claras. Hace poco vinieron a explicarnos el Decreto de la posidonia, todo un marco teórico muy bien montado donde existe una legislación que te dice que la posidonia es un organismo vivo protegido, pero la realidad es otra muy diferente. Hay que regular, equilibrar, limitar, y en el ejemplo de la posidonia, hay que prohibir los fondeos encima de sus praderas.

—¿Y cómo se hace eso?
—Existe un proyecto del Posidonia Life donde se hizo una cartografía de las praderas. Manu San Félix y el Consell han estado trabajando para ubicar las zonas de posidonia, pero todo esto no se ha llevado a unas cartas náuticas. La embarcación tiene que saber dónde va a fondear, y si no sabe dónde hay posidonia, ésta no existe. Por tanto, es fundamental que se tracen las zonas de praderas en las cartas náuticas y prohibir el fondeo de embarcaciones.

—¿Y el fondeo en boyas ecológicas?
—Para nosotros tampoco son una opción, ya que las embarcaciones que fondean en esas zonas están contaminando la mar que tienen bajo sus quillas.

—La masificación afecta también a las infraestructuras terrestres.
—Así es, cuanta más gente haya que supere el índice de presión sobre las infraestructuras de la isla, como la desalinizadora o la depuradora, más peligro hay de que los emisarios funcionen mal y afecten a nuestra biodiversidad marina. Asimismo, nuestras carreteras también están más allá del límite. Todo esto se acaba convirtiendo en un generador de accidentes de tráfico y de un agobio general para todo aquel que tiene que desplazarse por la isla. Hay que proyectar en la consciencia de las personas que cuanto más y más abusemos de esto, menos tiempo nos quedará para acabar con la isla. A esas personas que creen que cuanta más gente venga, más dinero se van a llevar, hay que decirles que esto es cierto, pero es cierto hoy, quizás mañana. Pero en el futuro, qué va a pasar cuando la gente diga ‘yo no quiero ir más a Formentera’, porque la isla se haya convertido en otro lugar de estos que ya estamos acostumbrados? Tenemos el ejemplo de lo que está sucediendo en Ibiza, donde ya tienen un grave problema. Nosotros no queremos que nos pase lo mismo.