Ibiza recibe cientos de turistas cada día, pero sus números no lo reflejan. Por lo menos las cuentas no cuadran en los establecimientos del puerto, quienes aseguran que «el perfil del turista ha cambiado en los últimos años».

La saturación que sufre la isla cada verano está provocando cambios en las costumbres del visitante. «Ya no gastan nada porque vienen con un viaje cerrado por el que ya han pagado todo», dicen algunos empresarios que tampoco confían en remontar esta situación en agosto. Ni la lluvia, ni el frio, ni los cruceros que paran en el puerto juegan a favor de los restaurantes y tiendas de la zona más céntrica de la isla. Tampoco lo hacen las restricciones al tráfico en la zona de Vara del Rey, ni el exceso de vehículos que apenas encuentra aparcamiento.

«Si nos dicen hace 15 años que en pleno siglo XXI íbamos a estar pasando veranos tan pobres, no nos lo creemos», dice uno de los empleados de un pequeño restaurante. La pregunta que todos se hacen es la misma: ¿dónde se esconden los miles los turistas que llegan al aeropuerto y que apenas pisan el centro?

Para una Ibiza acostumbrada al trajín de la noche en sus calles con compras de última hora, resulta incomprensible la situación actual en la que numerosos locales cierran sus puertas dos horas antes de lo establecido con la esperanza de que el día siguiente las ventas mejoren. «Pero no es así. Mayo fue mucho mejor que julio. Agosto va a ser incluso peor que julio. Y de septiembre ya no me fío», aseguran en una de las muchas tiendas de complementos.

El sector de la restauración de Ibiza está sufriendo su propia crisis económica y lo hace a destiempo y con el miedo de no saber cuándo va a cambiar esta situación. «Muchos de nosotros vivíamos todo el año con el dinero que ganábamos en la temporada de verano, pero ahora eso no es suficiente», se repiten los empresarios.

La solución, a bote pronto, nadie la tiene, pero todos coinciden en los mismo; quieren que no se pierda el mágico ambiente que se respira en sus calles. Todavía con esperanza aseguran que «el tiempo es quien decide y quien tiene la última palabra».