A partir de las once de la mañana, el pequeño tramo de playa de Cala Saladeta se convierte en un auténtico supermercado ambulante donde se puede encontrar una amplia variedad de productos. Empanadas, bocadillos, pareos o mojitos que ofrecen en sus bandejas los numerosos vendedores que se pasean a lo largo de la playa para que los bañistas no tengan ni que moverse de sus toallas para saciar su sed o su hambre.

La venta ambulante campa a sus anchas por casi todas las playas de la isla pero es en Cala Saladeta donde se presenta en su máximo exponente. A pesar de ser una actividad ilegal, genera un intenso debate entre defensores que están a favor de que se dé servicio en una playa donde no hay chiringuitos y detractores que creen injusto que los vendedores ambulantes no paguen ningún tipo de impuesto por desarrollar su actividad.

Una de las vendedoras habituales de Cala Saladeta, que ofrece bocadillos en una bandeja entre las toallas de la gente, defiende su actividad con unos argumentos claros: «Si no vendiéramos nosotros no habría ni comida ni bebida. En Cala Saladeta no hay servicio y la gente en general está de acuerdo con que vendamos porque en este caso está más que justificado».

Según asegura, lleva más de una temporada vendiendo en esta playa aunque solo con lo que gana no le llega para ganarse la vida. Cuenta que, junto a otros vendedores de la playa, acudió al Ayuntamiento de Sant Antoni para pedir que se legalizara la venta ambulante en Cala Saladeta aunque obtuvieron un ‘no’ por respuesta. «Nosotros estamos dispuestos a pagar una tasa pero han rechazado nuestra propuesta», explicó la vendedora que pone como ejemplo la mayor permisividad que hay con la venta ambulante en otras ciudades como Barcelona.

Entre los bañistas que hay en Cala Saladeta, la opinión más generalizada está a favor de la venta ambulante. Por la restricción de los accesos, muchos no llevan neveras para no hacer el recorrido a pie cargados desde la barrera y prefieren consumir productos en la playa que desplazarse al bar más cercano que está en la vecina Cala Salada.

No es el caso de Laura, Gema y Tania, tres amigas que han venido a pasar el día a la playa convenientemente equipadas con nevera y sombrilla pero que, a pesar de ello, defienden la actividad de los vendedores ambulantes. Sus preferidos son los que venden pareos y vestidos. «Nos distraen mucho ver los pases de modelo», afirman. Según dicen, están a favor de que se venda en la playa para «buscarse la vida». «Yo he pagado muchos impuestos y les comprendo perfectamente. El gobierno nos obliga a acabar en la economía sumergida», señala Laura.

Fabian, un francés que tiene una casa en Cala Salada donde vive desde hace dos años, se toma un mojito en vaso de plástico acompañado de sus hijas en los embarcaderos que hay a un lado de la playa. Está encantado con el cambio que se ha producido en la zona desde que se han restringido los accesos. «Antes los coches aparcaban por todos los lados y había mucho ruido de cláxones», explica. También se muestra a favor de la venta ambulante. «Los vendedores son profesionales y limpios», afirma. Además, según su opinión, la venta ambulante «da muy buen ambiente a la playa».

EL DETALLE

Los dueños de los negocios legales piden «mano dura» contra la venta ambulante

María Riera, una de las propietarias del bar Cala Salada, no entiende que ninguna administración de la isla ponga freno a la venta ambulante en las playas. Reclama «más mano dura» para combatir esta actividad ilegal y se queja de que las medidas que se ponen actualmente no sirven de nada: «Viene la policía y, al cabo de diez minutos, la playa vuelve a estar llena de vendedores». La dueña del único bar que hay en la zona asegura además que los vendedores «se piensan que son los dueños de la playa y no respetan a los bañistas que están tumbados en sus toallas».

Además, critica que los contenedores de cala Salada se llenen con la basura que generan los vendedores de Cala Saladeta y que transporta uno de ellos con una lancha.

A pesar de la venta ambulante, la temporada este año ha mejorado respecto al año pasado porque han conseguido que les reserven plazas en el aparcamiento para sus clientes.

LA NOTA

Dos mil kilos de material incautado en la zona

La Policía Local de Sant Antoni de Portmany ha realizado a lo largo de este verano tres intervenciones contra la venta ambulante en Cala Salada y Cala Saladeta y otras tres en la zona de Punta Galera.

Según señalaron desde el Consistorio, además de estas dos operaciones, también se planificaron otras dos, una en Cala Salada y otra en Punta Galera, que se vieron obligados a suspender por las condiciones meteorológicas. Al parecer, la Policía utiliza una embarcación para llegar y retirar por mar todo el material y no pudo salir por las malas condiciones.

En total, se han retirado más de dos mil kilos de material que se iba a destinar a la venta ambulante en estos dos puntos en lo que va de año.

No obstante, desde el Ayuntamiento de Sant Antoni advirtieron que hay programadas nuevas actuaciones en las próximas semanas, por lo que, según fuentes municipales, «es posible que el balance de material incautado a final de temporada sea mayor».