Decía Benjamin Franklin que «el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla». Opinión que comparte José Antonio, un andaluz de 49 años que lleva casi toda su vida residiendo en Ibiza y casi dos años haciéndolo en la calle. Las malas decisiones del pasado junto con el impago del alquiler han hecho que viva de ‘okupa’ en una nave, que dice, «está llena de ratas». «Es muy duro, pero lo importante es vivir de la manera que sea», lamenta con la mirada perdida. Cada mañana acude al centro de día de Cáritas, donde desayuna y además ayuda como voluntario gracias a sus conocimientos de albañilería. Este andaluz está convencido de que el «amor propio» es fundamental cuando no tienes un techo donde refugiarte, motivo por el cual ayuda a todos aquellos que viven de la misma manera que él y lo hace por el mero hecho de querer «reconducir» sus vidas.

Para él cada día es un reto lleno de trabas en el que «tienes que luchar solo», situación que le ha llevado a vaciar su ‘maleta’ para que no guarde recuerdos del pasado. Su casi medio siglo de vida le ha regalado la madurez y la fuerza que los traspiés le han quitado. A pesar de haber vivido nueve años en prisión por, como él mismo dice, «consecuencias de la vida rápida», su estancia allí le ha enseñado a «nadar con tiburones» y a ver la doble cara de algunas personas. «He perdido a mis amigos por no poder seguir su ritmo. Me he dado cuenta de que todo es económico y yo ya tengo callo en el cerebro», dice al tiempo que asegura que no tener un sitio en el que dormir también le ha mostrado el «rechazo» de la gente que «mira con malos ojos que vengas a Cáritas a comer».

Precisamente en el centro de Cáritas de Eivissa al que acude José Antonio trabaja Belén Torres como responsable del centro de día y como trabajadora social. Belén habla de su trabajo con esa serenidad que tiene quien está satisfecho con lo que hace, aunque no siempre resulte como quiere. «Lo más duro es ver cómo una persona a la que llevas acompañando mucho tiempo y empieza a salir de la calle retrocede al punto inicial o se muere», situaciones que, dice, suelen ser habituales y que compensan cuando sucede todo lo contrario. «Otras veces pasan cosas maravillosas como que rehacen sus vidas y restablecen su red de apoyo», algo fundamental para no recaer en los malos hábitos del pasado, puntualiza.

Belén lleva muchos años siendo la cara oculta de un problema generalizado en el que decenas de personas viven en situación de vulnerabilidad. Por el comedor de su centro pasan cada día 40 personas que no tienen nada que llevarse a la boca y que ven en los trabajadores de allí la familia que ahora no tienen. Cada ‘sin techo’ tiene su historia y todos intentan cambiarla, pero su deterioro físico y cognitivo a raíz de haber vivido tantos años en la calle o de haber consumido, se lo dificulta. «Están tan desmotivados que ni se plantean trabajar porque creen que no van a encontrar nada en sus condiciones», dice la trabajadora social sin olvidar que también hay «sorpresas». Y es que cada camino deja su anécdota. «Me acuerdo de una persona que estaba muy deteriorada por el consumo de drogas y siempre estaba intentando salir de esa vida. Estaba tan débil mentalmente que no iba a las reuniones de Proyecto Hombre. Al final lo consiguió, hizo el proyecto entero y empezó a trabajar como conductor de autobús. Lo curioso de esto es que una persona tan deteriorada consiguió ser el número uno en los exámenes para acceder a su puesto de trabajo», cuenta Belén explicando la importancia que tiene la motivación en una persona.

En una de las calles con vistas al puerto están Jonan, Florín y Juan Carlos. Ellos son solo algunos rostros más de la pobreza que hay en la isla y que tienen en la calle, su vida. Rodeados de sus pertenencias esperan cada día una nueva oportunidad. «Estar solo es duro, pero te hace fuerte y te enseña a elegir de quién rodearte», dicen.

LA NOTA

Cada vez más jóvenes viven en las calles de la isla

«Cada vez hay gente más joven en la calle y eso no deja de sorprendernos», dice Belén, trabajadora social en el centro de Cáritas. Y es que, cada vez más menores de edad optan por alejarse de su familia para hacer su vida en la calle. «Nos llama la atención la facilidad con la que se acercan a nuestro centro y hasta se sienten cómodos con el ambiente», señala Belén que considera que es una situación «muy peligrosa» porque es una puerta abierta a la exclusión. «La gente joven se busca la vida como puede, no tienen recursos y si tan jóvenes están por aquí luego les va a costar más salir», añade.

LA NOTA

Escuchar su historia para poder ayudar

Muchos trabajadores sociales y voluntarios coinciden en que la mejor ayuda para una persona que no tiene hogar empieza por escuchar su historia. «Primero tenemos que saber qué es lo que les ha pasado y luego
somos nosotros los que podemos darles pautas para salir de ese círculo», dicen desde un centro social en el que consideran que muchas personas ni siquiera saben que hay sitios especializados para ello. «Si después de escuchar su historia y tratar de ayudarles no nos hacen caso, podemos decidir si ayudamos a estas personas o no, bien dándoles dinero, comida o lo que sea», puntualiza Belén, trabajadora social del centro de Cáritas de Eivissa. Precisamente este centro cuenta con varios voluntarios que acuden cada semana a realizar un taller que permita a los ‘sin techo’ reinsertarse en el mundo laboral. Por ejemplo, a día de hoy,muchos de ellos están
haciendo un libro en el que cada uno de los participantes cuenta su historia. De estamanera, cualquier persona interesa en colaborar solo tiene que acudir a un centro y ofrecer una actividad que guste a las personas que acuden allí.