En España somos muy aficionados a hinchar burbujas cuyo volumen aparentemente es ilimitado. Pero como todas las burbujas, si se llenan en exceso acaban por explotar, provocando efectos incalculables en el territorio afectado.

En Ibiza nos hemos creído los mejores. Los más guapos y los más acaudalados. Hemos vendido una imagen de lujo, placer y glamour que, sumado a nuestro idílico entorno, ha cautivado a millones de personas de todo el mundo. Desde hace décadas poseemos las mejores discotecas y traemos a los mejores deejays del mundo. Y como no teníamos suficiente, ideamos chiringuitos con música electrónica al aire libre –conocidos como ‘beach clubs’– y luego seguimos con hoteles musicales con fiesta al aire libre, barcos con música y desfase, restaurantes-discoteca, ‘afters’ en villas privadas con deejay y seguridad... Y todo ello con precios astronómicos. Total, si vienen turistas que lo pagan, fijemos los precios ‘por arriba’.

Fuimos tan de sobrados que la excesiva oferta y unos precios realmente abusivos –amén de otros muchos factores– han provocado que este verano muchos establecimientos y restaurantes luzcan semivacíos; que muchos locales de ocio hayan tenido que prescindir de trabajadores a primeros de septiembre, o que la mitad de ellos busque nuevos destinos aún sin explotar porque no hay sueldo que soporte el precio por vivir en Ibiza.

La isla se está convirtiendo en un destino laboralmente inestable, precario y con una alarmante falta de profesionales. En esto coinciden patronales como Pimeef Restauració (su presidente, Joan Riera, alerta en este periódico de que Ibiza ha tocado techo) y sindicatos, tal y como explica también en estas páginas Consuelo López. Ni los agentes sociales ni las administraciones consiguen dar con la tecla para recuperar la paz social, el equilibrio y la estabilidad laboral. Ya ni siquiera nos contenta la tan ansiadadesestacionalización. Nuestros visitantes, alertados por los elevados precios, vienen tres o cuatro días y condicionados por la ley del puño cerrado. Y así es normal que pese al récord de pasajeros en el aeropuerto –vamos camino de los 8 millones– muy pocos estén realmente satisfechos y hayan alcanzado las expectativas creadas para esta temporada.

Respecto a la actualidad, la semana ha dejado otro muerto en las carreteras y nuevos positivos por drogas. La tónica de un verano atípico.