Toni Bright junto a la voluntaria del público, durante uno de los trucos.

Pasaban ya unos pocos minutos de las 21.00 horas anunciadas cuando la voz del célebre mago Gandalf, el mago entre los magos por excelencia, presentaba a Toni Bright ante un abarrotado Can Ventosa que dio cita el viernes por la noche.

Poco más de una hora duró el espectáculo ‘Magia de la mente’ que captó la atención de los presentes y sobre todo de los más pequeños, como Izan, Marc y Mauro que seguramente no olviden nunca la velada de ayer. Ellos fueron los elegidos entre el público por Toni Bright para firmar un tenedor cada uno. Hasta aquí todo normal. Cada tenedor apareció doblado de la forma que el mentalista había indicado para cada niño dentro de una bolsa de papel negro que sostenía otro miembro del público sobre el escenario.

Otro número destacado comenzó poco después cuando otra voluntaria del público recogió unos billetes de 5 euros al azar que le facilitaron algunos espectadores. Uno de los billetes fue metido dentro de un sobre cerrado, doblado en varias partes y metido dentro de un vaso que quedó boca abajo sobre el escenario delante de la primera fila del aforo. Bright pidió un número al azar a otro voluntario, otro lo multiplicó por 8, otros sumaron y restaron números a las cifras que surgían. La voluntaria que recogió los billetes continuaba sobre el escenario con una calculadora realizando las operaciones que surgían y diciendo el resultado. Finalmente, se supone que por error tecleó el botón de la raíz cuadrada en lugar del igual. Esa cifra resultó ser la misma del número de serie del billete guardado en el sobre por esa persona y que se encontraba dentro del vaso, boca abajo sobre el escenario.

Para acabar la velada, el mentalista llevó a cabo un contacto con un espíritu. Casi al comienzo del show Laura había sido elegida al azar entre el público para escribir en un papel, que guardaba ella, el nombre de una persona cercana que ya no se encontrara con nosotros. En este momento subió al escenario y se sentó en una silla frente al público. Bright le dio dos pizarras no más grandes que un cuaderno A4, una encima de la otra y en el medio una tiza con las que ellas firmó el reverso de cada una para constatar que no fueran cambiadas. Al cabo de un rato la tiza había escrito “Nuca me olvides. Miguel”.

Creer para ver, como reza el slogan del mentalista. Esto me recordó a un profesor de la facultad, uno de esos ‘cracks’ con los que tenemos la inmensa suerte de cruzarnos, él decía que si un libro, un espectáculo o una película no te ‘afectaban’ y cambiaban algo tu vida después de leerlo o verlo es que no era bueno. A la mañana seguía dándole vueltas a los trucos del show. Lo dicho, creer para ver.