¿Aceptas, te resistes o te resignas?

Esta semana me gustaría hablar sobre tres conceptos que suelen crear mucha confusión, porque son complicados de entender, pero, que tienen una influencia directa en nuestra forma de abordar la vida y en nuestro bienestar. Me refiero a la resistencia, a la aceptación y a la resignación.

La resistencia es querer que las cosas no sean como son, o querer que algo que ha pasado no hubiera sucedido (o, lo contrario, que algo que no ha pasado, hubiera pasado). Es decir, que nos resistimos a lo que es, a lo que la vida nos trae y que no puede ser de otra manera, aunque nos gustaría. Supone aferrarnos a unas circunstancias que ya no existen y a no querer enfrentarnos a la realidad.

Entonces, su opuesto, la aceptación, consiste en reconocer que las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran, o como esperábamos que serían. Consiste en darnos cuenta y ver claramente que lo que es, es así, y no de otra manera.

Existe la creencia errónea de que aceptar es lo mismo que resignarse, pero, nada más lejos de la realidad.

Resignarse es rendirse, es dejar de luchar, es tirar la toalla. Es dejar de seguir adelante. Es como una especie de derrota emocional. Es perder toda esperanza y toda posibilidad de cambio, de avance o de mejora.

Sin embargo, aceptar, no tiene nada que ver. Aceptar consiste en dejar de luchar por querer que las cosas sean diferentes, es rendirse a la evidencia (ojo: a la evidencia, a los hechos, pero, no a las posibilidades futuras que existen) y reconocer que las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran.

Pero, eso no significa que no podamos seguir adelante, con esperanza e ilusión, persiguiendo nuestras metas y sueños. Es más, hasta que no aceptamos que las cosas son como son, no podemos hacer nada para cambiarlas.

Para que haya un cambio posible, primero tenemos que aceptar, dejar de resistirnos. En cambio, resignarse, nos cierra todas las posibilidades de cambio.

Voy a intentar explicarlo con un ejemplo, para que quede más claro: Imaginemos que tenemos un problema importante de sobrepeso y que es prioritario para nuestra salud que nos planteemos adelgazar.

Si no aceptamos que tenemos sobrepeso, si no somos capaces de reconocerlo, jamás podremos hacer nada para cambiarlo. Por lo tanto, primero tenemos que aceptar que tenemos sobrepeso, y, a partir de ahí, ponernos en marcha para adelgazar.

Si viviéramos nuestro sobrepeso con resignación, sentiríamos que es imposible cambiar nuestra situación de obesos y que no hay nada que podamos hacer para salir de ahí, y nos cerraríamos a toda posibilidad de cambio o mejora. Nos habríamos rendido ante nuestro problema y nos habríamos resignado a continuar siendo obesos toda la vida, porque nos resultaría imposible vislumbrar una posible mejora o salida de esa situación. Y esa resignación nos llevaría a no intentarlo, a no hacer nada y a continuar como estamos, o incluso, a empeorar las cosas y a no hacer nada para impedir que continuemos aumentando de peso.

Y, si tuviéramos resistencia con este tema, lo que ocurriría es que negaríamos que tenemos un problema y no reconoceríamos que somos obesos y que necesitamos adelgazar. Y, dentro de nosotros, no querríamos, o no sabríamos, o no podríamos ver que las cosas son como son, y que la realidad es que tenemos sobrepeso. Esa resistencia, seguramente, nos llevaría a no querer pesarnos, o a ocultarnos debajo de la ropa y a no mostrar nuestro cuerpo, para no ver la realidad. Y, por supuesto, ese no querer ver, nos impediría enfrentarnos a la situación dolorosa para nosotros de reconocer que somos obesos.

¿Se entiende? Pues si sustituimos el problema del sobrepeso, por cualquier circunstancia dolorosa que estemos atravesando en estos momentos en nuestra vida, se verá claramente cómo el que la aceptemos, nos resistamos a ella, o nos resignemos, puede hacer que seamos capaces de manejarla de forma más o menos conveniente para nuestro propio bienestar.

Precisamente en trabajar la aceptación es en lo que se basan las llamadas Terapias de Tercera Generación en Psicología, y suelen incluir la práctica del mindfulness para facilitar ese proceso de aceptar, ya que, precisamente, esa aceptación es uno de los mayores beneficios que conlleva su práctica.

Cuando practicamos mindfulness, aprendemos a ver la vida tal y como es, a darnos cuenta de que las cosas son como son, y a ver con ecuanimidad, con objetividad, con desapego, que esas circunstancias, y no otras, son las que tenemos en nuestra vida, y que nuestra realidad es la que es.

Y, a partir de ahí, es cuando algo dentro de nosotros se libera y deja de luchar por querer que las cosas sean diferentes, y entonces es cuando podemos ver claramente el camino para cambiar lo que no nos gusta, y para crecer y mejorar.

Y tú, ¿en tu vida aceptas, te resistes o te resignas?