La calle Aníbal vive entre dos paredes: la de la desolación con locales cerrados de par en par y el de la esperanza de quienes abren sus puertas a diario con la idea de cosechar unas ventas que llegan a cuenta gotas. Parte de los comercios de esta arteria se resisten a echar el candado a pesar del mínimo trasiego en sus calles. También los hay, en concreto cinco, que han colgado ya el cartel avisando del cierre o bajo el repetido lema de «volveremos la próxima primavera». En medio, la falta de aparcamientos de zona azul y el ensordecedor ruido de las obras en varias arterias del barrio para cabreo de los comerciantes, que siguen a la espera de que lleguen visitas para recuperar el gentío y recoger los frutos que no les ha dado la temporada central. Estos son los supervivientes de la calle Aníbal.

La calle abre con el cierre repentino de la pastelería Can Vadell. «Cerrado. Abierto al público el Forn Can Vadell en la Calle Canarias, número 2». Así reza el cartel colgado en la puerta de este emblemático negocio, que se fundó en el año 1923 y recaló en el barrio de la Marina en 1937. Su cierre se suma ya a una triste lista de negocios que han tenido que decir adiós tras la caída de sus ventas temporada tras temporada. Con la persiana medio abierta, dos empleadas se apresuran desde primera hora de la mañana para recoger lo que queda de la pastelería que tantas bienvenidas y dulces alegrías ha dado de abuelos a hijos. Aquellos que quieran soborear sus dulces tendrán que ir hasta la calle Canarias, donde Can Vadell mantiene abierto otro de sus locales.

Si avanzamos por la calle Aníbal, las características farmacias de la artería mantienen encendidas sus luces. Pilar Montés, farmacéutica de una de ellas, sostiene que «la barrera de acceso al barrio ha generado problemas y quejas por parte de más de un cliente al no dejarles pasar para venir a por los medicamentos a la farmacia». La barrera ya está abierta pero las ventas no arrancan. Bien lo sabe Montés, quien aún así destaca que ha sido una temporada «buena» pero «podría haber sido mucho mejor». Tampoco vislumbra el cierre del local ante la falta de afluencia de gente, aun con la esperanza de que el Ayuntamiento de Vila piense en otro antídoto para facilitar el acceso a las calles del barrio. Luis es otro farmacéutico de Aníbal y que entre sus planes no se encuentra el de echar el candado a su negocio. Para este empleado, la temporada de «verano ha sido igual que la anterior», pero tiene la duda de si «las obras que están llevando a cabo en el barrio beneficiarán o no para que la gente entre». Sin dejar de lado las quejas por la barrera de acceso al barrio de la Marina y la falta de plazas de aparcamiento, Juncal Acebedo, trabajadora de la tienda de ropa D.Lain, asegura que «las ventas han bajado esta temporada». «Si quieren que los negocios de la ciudad sigan trabajando, deberían facilitar el acceso y que haya más párquines para la gente», critica esta empleada de una tienda de textil. Acebedo deja claro que de momento no se han planteado cerrar el negocio, pero «vamos a esperar hasta noviembre o diciembre para ver si realmente merece la pena tenerlo abierto y si no se cerrará».

El optimismo y la desesperación se entremezclan en la calle Aníbal del barrio de la Marina. Los pocos viandantes que frecuentan sus arterias pasan de largo por los negocios y otros compran a seguro. Los comerciantes esperan ese gentío que alegre sus ventas. Por el momento descartan el cierre definitivo.

EL DETALLE

El Mercat Vell se echa a perder y desespera a sus comerciantes

Si el panorama de la calle Aníbal del barrio de la Marina es más bien desolador, el Mercat Vell no se queda atrás. Tras una vista general del mercado, las únicas personas a las que vemos son a las propias trabajadoras de los tres negocios que mantienen abiertas sus puertas todo el año. El pesimismo hace mella entre las empleadas. Pepita Ramis, que es la tercera generación de Frutas Pepita, asegura que se ha planteado cerrar su negocio tras la falta de clientes y el cierre de varios negocios emblemáticos del barrio. «Hay veces que he pensado que ha llegado el momento de cerrar. Te da pena ver esta situación», comenta esta propietario de una frutería del Mercat Vell. En frente está Tamara, quien espera sentada la visita de clientes en busca del bocadillo de la mañana. Su puesto nació gracias al esfuerzo de su abuela hace ya 35 años y lo cierto es que nunca antes habían vivido esta bajada de las ventas.