Pinchitos, lomo, riñones, sepiones, hígado, gambas al ajillo, montaditos, callos, champiñones, albóndigas, ensaladilla, boquerones... Toni Marí Moreras es todavía capaz de recitar de memoria la carta de tapas del bar Ses Botes que echará la persiana para siempre antes de que acabe el año. Moreras, jubilado desde hace años, tomó los mandos de este bar de la avenida Isidor Macabich de Vila en el año 1977 y, desde entonces, 40 años después, conserva prácticamente el mismo aspecto. «El bar no ha cambiado, tenemos hasta las mismas sillas de entonces», comenta.

Este emblemático establecimiento tomó su nombre de los toneles que hay detrás de la barra (’botes’ en ibicenco) de donde antiguamente se servía el vino. Hoy el vino ya no sale de los toneles, pero Ses Botes continúa siendo un bar de tapas de clientela local y, sobre todo, el punto de encuentro de muchos ibicencos, especialmente de los que vienen a Vila desde los pueblos y quedan con otras personas en este popular establecimiento. «El 95 por ciento de nuestros clientes viene todo el año», insiste Moreras que cree que el bar «no tienen nada de especial» y que el secreto de su éxito es su situación privilegiada y, sobre todo, la calidad de su comida. «No damos nada congelado y las tapas se hacen en el momento», afirma.

El dueño de Ses Botes presume de saber lo que iban a pedir los clientes nada más entrar por la puerta. «Ahora el oficio de camarero ha decaído», lamenta Moreras quien opina que los camareros de hoy en día son en general «poco profesionales», por lo que cree que debería haber una escuela para formar a los futuros profesionales.

Sus tapas ‘estrella’ son recetas ibicencas como la frita de porc y de polp, la lengua sevillana, apodada de esta manera por un cliente sevillano que se vanagloriaba de haber nacido en la provincia donde más se habla, y las manitas de cerdo, la especialidad de Antonia Planells, «la jefa del bar» desde hace tres décadas. Antonia explica que el motivo del cierre es su jubilación, aunque matiza que «no me jubilo, me jubilan» para después reconocer que, a pesar de todo, seguir al pie del cañón en el bar se le hacía cuesta arriba en los últimos tiempos.

Toni Torres, uno de sus clientes habituales, dice estar «disgustado» por el anuncio del cierre. «Por el buen servicio y, sobre todo, por la simpatía», apunta. Torres es el encargado de refrescar la memoria de los dueños del bar contando una de las anécdotas más comentadas: «Una vez entró un cliente y preguntó a Toni que cuántos barriles vendía al día. Cuando le contestó que cuatro le dijo que si quería saber el secreto para vender más, lo que tenía que hacer es no poner tanta espuma en las copas». «Nunca lo ví tan cortado», asegura Antonia entre risas.

Las numerosas anécdotas vividas en Ses Botes se mantienen vivas entre sus clientes, al igual que los recuerdos por el pasado que subsisten gracias a las fotos antiguas que cuelgan de sus paredes y que evocan la época de Moreras como presidente del club de fútbol de Ibiza. «Hace años hacía fiestas todas las semanas», cuenta Moreras, quien recuerda que en el local se organizaban trofeos de cartas y se celebraban todas las festividades, desde Sant Antoni hasta Sant Joan.

Tras la jubilación de los dueños, en este local se dejará de servir cañas y pinchitos para empezar una nueva etapa como tienda de ropa, un nuevo negocio que emprenderá la hija de ambos a partir de ahora.
Toni Marí Moreras mira con nostalgia el bar a pocos días de que se cierre para siempre. «Es un capítulo de mi vida que se acaba, he pasado media vida entre estas cuatro paredes y aquí he conocido a muchísima gente», lamenta apenado.

Antonia, rodeada de dos de sus cuatro camareras, todavía no sabe qué harán el último día de Ses Botes, probablemente celebrarlo invitando a todos sus clientes habituales. Lo que está claro es que, con el adiós a este establecimiento, se perderá uno de los bares con más solera de la isla escenario cotidiano de miles de ibicencos. «Costará pasar por esta acera y no ver abierto Ses Botes», lamenta apenado su dueño.

LA NOTA

Policías, militares y jueces hicieron de Ses Botes «el local más seguro» de Vila

Ses Botes tenía hace años la fama de ser el local más seguro de la ciudad. Era prácticamente el único bar de una zona donde, en pocos metros cuadrados, se situaban la Delegación del Gobierno, la Comisaría de Policía, los juzgados, la Comandancia de Marina, la escuela de sa Graduada y hasta la oficina del paro. Policías, militares, jueces y funcionarios en general hacían parada en el bar para tomar un café o unas tapas. «A mediodía se juntaban siempre medio centenar de funcionarios», señala su propietario. Ses Botes siempre estaba lleno y hacía cajas diarias de hasta 80.000 pesetas en una época en que una caña valía solo 7 pesetas y un bocadillo 10. «Imagínate lo que trabajábamos para hacer esas cajas», exclama Moreras, quien explica que el mítico establecimiento abría a las 6 de la mañana y no echaba la persiana hasta las 2 de la madrugada, lo que suponía turnos laborales de entre 10 y 12 horas.