Sabemos por experiencia que tras un recital vocabular, una extracción determinada de afirmaciones puede provocar, según cómo se reincorporen a una praxis semántica, sí un sentido particular, pero también una modulación terminantemente novel y alejada de su origen inicial. Es cuando exhaustos exclamamos que: "Lo han sacado totalmente de contexto." "Yo nunca dije eso"

Recuerdo un cartel que alerta la peligrosidad de las inmediaciones del mirador Es Colomer en Mallorca, representando en el interior del triángulo de advertencia con aire rústico, propio de un lugar de excursión -todo ello elaborado con madera pre-tratada- una persona que es despenyava pel penya segat. Bajo ese icono de inconfundible señalamiento, alguien de buen humor había incorporado con la misma grafía de la señal, que por dicha peligrosidad quedaba prohibido buscar setas, en otro elemento fue añadido "buen viaje".

Contexto o sin texto, visiones diferentes y con cierto aire creativo, bastante más creativo por cierto que las incorporaciones de siglas lugareñas, reivindicativas en este caso, en las placas de identificación vehicular. Son sin duda maneras diferentes de expresión humana rozando la legalidad, si se puede hablar de tal, cuando lo único que en el fondo procuramos es desmitificar órdenes o advertencias. Somos humanos y somos recolectores de felicidad, de agrado, de disfrute, como cuando nos dejamos sorprender por una pieza musical, sumergiéndonos en las profundidades de captación de las diferentes señales sensitivas que inundan con agrado nuestro interior.

"Por motivos de seguridad rogamos preste la máxima atención en este espacio." Es un enunciado realmente cautivador, sobre todo si acariciamos con la mirada los techos de la capital, en este instante acogidos por elementos que recuerdan a Magritte. Cuando capté esta imagen, no recuerdo sí en este espacio realmente existía peligro inmediato o la instalación en este caso presentaba un claro clamor irónico, digno de un espacio expositivo.

Analizando desde el presente, podría sin duda acercarme a la realidad museística en un clic, y averiguar sí en aquellos momentos estaba en obras o el enunciado que me deslumbró formaba parte de una creación que quizás en aquel entonces no llegó a mí... Prefiero quedarme con la duda. Prefiero en este caso la ironía, o la ignorancia, según se mire, permitiendo así seguir viajando por el espacio sin apenas limitación, más que la propia humana.

Siempre doy un ejemplo, inventado en este caso: Me encanta el arte contemporáneo, sí me proponen una habitación en la que el vértice opuesto alberga una silla, en la que reposa una lata de refresco y exclaman que esto es arte, contemplo y disfruto. Dudo ahora, ¿Un vértice no era un saliente y por tanto no puede albergar nada? ¿Estoy sacando algo de contexto o simplemente malempleo determinaciones alejándome de su uso correcto?

Suerte que este espacio no permite iconos, y toca ahora describir las sensaciones emitidas por estas líneas. O no. Es lo que diferencia el relato radiofónico del televisivo. Este último no permite mucho más, el reporte radiofónico sin embargo nos sorprende con la oportunidad que nos brinda e invita a que nuestra imaginación envuelva las palabras radiadas, a parte de que nos capacita para dedicarnos a más actividades mientras acogemos la información. La escritura en el presente medio no cuenta con la inmediatez de la radio, pero sí comparte con ella la posibilidad de acompañar con nuestra propia imaginación cada palabra, cada punto, cada coma, en fin, actúa como catalizador activador de nuestra creatividad.