El anuncio del cierre de la emblemática camisería Casa Domingo, con 67 años de historia a sus espaldas, es otro ejemplo más de las dificultades por las que atraviesa el pequeño comercio en la isla. Solo unos pocos valientes resisten la travesía del desierto que supone mantener la persiana levantada durante los meses de invierno, únicamente aliviada por las compras de los regalos navideños. Sin embargo, este año tampoco la Navidad ha supuesto un revulsivo para ellos.

Los comerciantes del Eixample de Ibiza mostraban esta semana su indignación por la falta de luces de Navidad en sus calles y decían sentirse «abandonados» por el Ayuntamiento de Ibiza por iluminar solamente la zona donde se concentran las franquicias, el principal caballo de batalla del pequeño comercio.

Los dueños de los negocios se quejan de que no son escuchados por las instituciones que nos gobiernan. Al igual que Suzanne, la vecina de 83 años con movilidad reducida que vive en el puerto de Vila y que tiene que caminar hasta la barrera para coger un taxi por la restricción al tráfico establecida por el Ayuntamiento de la ciudad. También en esta cuestión el Consistorio sigue sin ceder ni un milímetro pese a las constantes reclamaciones que las asociaciones de vecinos y comerciantes de la zona han hecho para relajar el uso de la barrera.

La noticia más triste de la semana ha sido la muerte de un trabajador de 42 años atropellado en una nave industrial del polígono de Montecristo por un camión cuyo conductor dio positivo por drogas. Un terrible suceso que cierra un año especialmente trágico con dos trabajadores muertos en accidente laboral en las Pitiusas.

Un 2017 que esta semana dio sus últimos coletazos con la borrasca ‘Bruno’ que trajo a nuestras islas vientos de hasta 90 kilómetros por hora e incomunicó Formentera por el cierre del puerto de la Savina. El mismo mar de fondo que hay en estos momentos entre los dueños de los hoteles de Ibiza y Formentera que esta semana se han rebelado por la decisión del Govern de rebajar la ecotasa solo a los establecimientos menorquines que abran durante más de cinco meses al año. Una «doble tomadura de pelo», en palabras de los hoteleros pitiusos, que promete seguir escribiendo portadas en 2018 a costa de que a algún miembro del Govern se le atraganten las uvas por las interminables polémicas que genera la ecotasa.