Templo de Debod, Madrid, 2010.

Las circunstancias provocan en ocasiones reacciones en cascada, que acercan las inquietudes de diferentes épocas y lugares. Es así que la presa de Asuán junto a otros factores, en este caso la participación española y el interés por entender y salvar un pasado histórico, lograron que este ejemplo nubio no quedara sumergido en el olvido.

La integración en un espacio urbano moderno, también en su momento, es tarea delicada sobre todo si se tiene en cuenta que cambia incluso el entorno más próximo, por precisamente su nueva ubicación. Aquí topamos con un resultado logrado, aunque se haya recurrido a una superficie acuática estratégicamente delimitada y casi violentada por los trazos de un paralex.

Las dimensiones ofrecen una amplitud apropiada, en el sentido que permite de esta manera, que el nuevo albergue no aprisione exageradamente su contenido. Más teniendo en cuenta que la visión por acceso habitual no es precisamente la perspectiva de la imagen, sino más bien un horizonte lejano acariciado por la vegetación de un parque urbano.

Y hablando de inmersiones evitadas, este complejo sumerge al visitante en un cúmulo de perspectivas interculturales que casi no se esperan en un lugar tan céntrico. Más característico aún, aunque recordamos elementos testigos de incursiones europeas en más de una capital del viejo continente, que ni tan viejo y casi nos deberíamos mecer en vergüenza por tantos saqueos provocados desde el insaciable afán de querer y querer siempre más, encubierto como no por la bondad de la ciencia, del descubrir la penumbra de pueblos olvidados.

La solución de ubicar este presente egipcio en lugar público y abierto, integrado en su entorno urbano es mejor acierto, que el encierro en un recinto cerrado, como ocurre con el friso del Partenón en el Museo Británico. En este caso el cambio de emplazamiento tuvo lugar bajo estrategias dudosas, como no, y corresponderá que en algún momento retorne a su lugar de origen, puesto que ahora mismo estas obras están repartidas en varios espacios expositivos.

Pero, y aquí está la duda, el templo, ahora gato, también está expuesto a las más diversas inclemencias medioambientales contemporáneas… De todas formas y penosas, las decisiones son superadas mayormente por razonamiento económico más que social. Pero, y obviando cierto lado oscuro y humano, cual no es disculpa, veamos con ojos prósperos esas dedicaciones a la cultura que en tantos casos comparte con ámbitos deportivos, y que con todos mis respetos, nunca entendí.

Curiosamente no descubrí este lugar de la presente reflexión hasta este milenio, y aunque en mis más castizos viajes tuve siempre una compañía bien documentada, las visitas se centraron en los emplazamientos más conocidos… ¿Y porque no el Templo de Debod, tan cercano a precisamente uno de estos espacios visitables por excelencia, como es el monumento a Cervantes?

Claro, si de repente tropezamos con la Puerta de Alcalá, la de Brandemburgo, de Maximiliano, el Arco de Triunfo, el Coliseo, el Foro, la Fontana di Trevi, la sirenita, la estatua de libertad, las señas del muro, la torre... ... Quiero decir que hay situaciones que nos asombran y otras que son asombrosas.

Intuyo que nuestro alcance es limitado y que no debemos pretender abarcar todo. Entiendo también que en un mundo global, las fronteras deberían ser inexistentes con lo que todo la misma luna alumbra.