Sant Josep se convirtió ayer en un pueblo mágico por unas horas. Pasaban las 19.30 horas cuando, al final de la carretera, empezaron a verse antorchas y luces que ascendían hacía la iglesia del municipio. Eran ellos, los tres Magos de Oriente que llegaban para repartir caramelos y miles de sonrisas entre todos los asistentes.

Ojos brillantes y bocas abiertas. Con esta estampa les recibieron los más pequeños que no daban crédito a lo que estaban viendo. Para algunos era la primera vez y otros ya se consideraban «veteranos» en la visita del 5 de enero. Y es que, todo sea dicho, no hay niño que no espere con ansias a que llegue este día tan señalado en el calendario.

«¡Mira, son ellos, han llegado!», gritó un niño a sus padres. Ellos se rieron cómplices de su ilusión y no dudaron en ayudarle a recoger los caramelos que dejaron a su paso. Junto a ellos, decenas de niños más se tiraron a la carretera para llenar sus bolsillos. Quizás, en parte, esa sea la magia que traen de Oriente: los caramelos. «Si por su cumpleaños le regalo caramelos seguro que me pone mala cara, pero como son los Reyes Magos les hace una ilusión enorme», dijo Carmen, madre de tres niñas a las que no pudo retener en sus ansias por llenar las pequeñas bolsas de plástico que llevaban en la mano.

Con música y confeti, Melchor, Gaspar y Baltasar bajaron de su carroza con paso firme hacia la iglesia. Allí hicieron su ofrenda al Belén Viviente y saludaron a todos aquellos que se habían acercado a Sant Josep. Después, pusieron rumbo a la carpa del municipio donde hicieron entrega de diferentes regalos a los más pequeños.

Ilusión y tradiciones

El 5 de enero es un día, para muchos, de tradiciones. «Ayer hicimos galletas en casa para ponerles a los Reyes y también agua para los tres camellos», contaron unos niños que no pararon de saltar en toda la tarde. «En mi casa siempre ponemos roscón y al día siguiente donde hemos dejado los zapatos y están los regalos nos encontramos el muñeco del roscón y quien lo ve primero se lo queda», dijo otro.

Y es que los nervios en todos ellos estaban presentes y sus familiares ya sabían que iba a ser difícil que conciliasen el sueño esta noche. «Al final, aunque más tarde que otros días, caen rendidos, pero temo el amanecer de mañana», dijo Joan entre risas. Él sabe que los gritos de «¡han llegado, han llegado!» les despertarán incluso antes de que salga el sol.

Sin duda, ayer fue una tarde plagada de emociones que quedará plasmada en la retina de más de uno que ahora, abriendo los regalos en su casa, no podrá olvidar que ayer estuvo con Sus Majestades de Oriente.