Toñi tomó conciencia de que la relación con su sobrino se estaba estrechando cuando una noche tuvo una pesadilla. «Me di cuenta que lo sentía como hijo mío cuando soñé que le pasaba algo y me desperté angustiada pensando que si le pasaba algo me moría de dolor. Cada día estoy más convencida de que no hace falta parir para ser madre. Le sigo llamando sobrino y él a mi tita pero sentí que el vínculo es diferente. Parir debe ser una experiencia muy bonita pero es lo mínimo». Ella es una madre de acogida permanente de familia extensa, en el que hay un vínculo familiar con un menor. Mónica, madre de acogida temporal de dos niños, recuerda ese sufrimiento «cuando mi sobrino fue a ver a un amigo y no regresaba; estaba angustiada». Mónica Fernández y Toñi González son dos madres en acogimiento de familia extensa, sus sobrinos, en las que tomaron la decisión de un día para otro. «En mi caso fue un poco de sopetón porque tengo en acogida a mis sobrinos. Me llamaron de Protección de Menores porque los padres no se podían hacer cargo de ellos y me preguntaron si estaba dispuesto a acogerlos. Evidentemente dije que sí. Fui a buscarlos y hasta hoy» recuerda Mónica, presidenta de la asociación de acogimiento Abrazos. De eso hace ya tres años y medio. Mónica tiene una hija biológica de 18 años a la que ahora se han sumado otros dos adolescentes.

El caso de Toñi es muy similar. «Mi sobrino estaba en Mare de Remei y decidimos que no iba a entrar en el centro de menores». Al cumplir los 12 años, los menores pasan a Pare Morey. A Toñi, sin hijos, de repente le vino la maternidad. «Todo me pilló de nuevas, de no saber si quería ser madre a que me venga uno adolescente y con el comienzo de la relación con mi pareja. La vida me dio un giro de 180 grados».

La situación de Marga es diferente. Fue una decisión que tomó hace doce años y después de nueve años de espera alcanzó su sueño. «Me gustaban mucho los niños. Me hicieron la valoración y me aceptaron». Durante el tiempo de espera, le ofrecieron a un menor en acogimiento pero no pudo por su disponibilidad laboral. Hace tres años la llamaron para hacerse cargo de dos hermanas, que ahora tienen 11 y 13 años. Con una hija biológica de 19 años tomó la decisión. La primera toma de contacto fueron visitas a Mare del Remei, después llegaron las salidas al parque, a su domicilio, y así durante tres meses o cuatro hasta que empezaron a pasar los fines de semana en su casa. Esperaron a que terminara el curso escolar para la mudanza. «Me cambió mucha la vida. Mi hija tenía casi 16 años. Era más independiente y me encontré con dos niñas que había que llevarlas al parque y a las actividades», recuerda. Pero no fue solo a ella, también a las niñas les dio un giro. «Una de ellas nunca sonreía y empezó a hacerlo. Está feliz. Menores y su familia biológica me comentaron el cambio que había dado. Soy como su madre. Empezaron a llamarme por mi nombre y, a veces, me llaman mamá, para el colegio soy su madre», dice. Marga habla de la familia biológica porque las niñas también tiene un hermano en acogimiento, el sobrino de Toñi González. «Las niñas tienen relación con su hermano y con parte de la familia. Vienen los fines de semana a casa y hemos intentado que no se separan», explica. «Están en su casa o en la mía. Tiene una habitación en la casa de las hermanas. He tenido mucha suerte», apostilla Toñi.

Sin embargo, no todas las relaciones son idílicas y en ocasiones apenas hay contacto con los padres biológicos. Los sobrinos de Mónica tienen relación con sus padres biológicos pero reconocen que «es complicado, tienen un régimen abierto de visitas con su madre y pueden ir cuando quieran hablándolo conmigo y con la madre».

Las tres madres de acogida coinciden en destacar el cambio que supuso en sus vidas la llegada de los niños. «Cambia mucho porque antes cuando venían a vernos se iban con sus padres pero ahora están siempre y tienes que ocuparte de todo», apunta Mónica. «Pasas de ser la tía guay con la que se divierten a que la que les ponen normas, límites y le castigan», interviene Toñi.

Marga no descarta aumentar los niños en acogida y las dos niñas le pide incluso que sean adoptadas. «Tengo que informarme pero en principio no tenia opción de adoptar. He preferido el acogimiento porque quería ayudar a otros niños». De hecho, no descarta seguir Marga y las niñas van con frecuencia a Mare del Remei. «Ellas han estado bien. Tienen un buen recuerdo y se han quedado muchos amigos que solemos visitarlos, pero no es la misma relación. En una familia tienes una relación personalizada. El cariño y la atención es para ellas. Se sienten en familias y están más seguras. Al principio tenían miedo y me decían si les ibas a llevar al centro. Estaban cohibidas y pensaban que si se portaban mal las iban a devolver», explica. Las niñas estuvieron con anterioridad en otra familia de acogida pero no funcionaron y regresaron al centro hasta que fueron acogidas por Marga.

El acogimiento no es sencillo: hay dificultades económicas, una situación emocional de los niños con la que hay que trabajar y todos los problemas burocráticos que supone hacerse un cargo de un menor tutelado por la administración. Sin embargo no dudan en un momento cuando se les pregunta si aconsejarían el acogimiento familiar. «Hay niños que lo necesitan. Es esencial que se intente reducir el número de niños en los centros. Todos tienen derecho a crecer en una familia y tener ese calor familiar. Dan mucha alegría. Es muy bonito ayudar a un niño, dijo Mónica. «Yo lo haría aunque no fuera mi sobrino», interviene. Marga habla maravillas de la experiencia: «Para mí son mis hijas y soy su madre».

EL DETALLE

La presidenta: «Los abrazos son lo que más necesitan estos niños»

Después de darle muchas vueltas al nombre, finalmente se decantaron por Abrazos. «Es lo que más necesitan. Trabajamos con siglas y al final dijimos que lo que más necesitan son abrazos», apunta la presidenta. La asociación, que cuenta con siete familias de acogimiento, nació para que sirviera de intercambio de experiencias. Las familias piden que se agilice los acogimientos. «Hay familias que esperan mucho tiempo cuando hay niños en el centro. Queremos que se agilicen los trámites», demanda la presidenta. Toñi pide más flexibilidad y recursos. «Vienen con una mochila y nadie te explica nada. Siempre que llamo a Menores tengo una respuesta pero creo que faltan medios para el seguimiento a nivel psicológico. Es una sugerencia, no una crítica».