La Guerra Incivil fue como se ha dicho y repetido muchas veces un enfrentamiento fraticida, además de la visceralidad política que anidó en ambos contendientes, algunos aprovecharon la virulencia del conflicto para despachar rencillas y hacer sus vendetas. En Menorca hubo muchos asesinatos, primero pagaron los altos mandos militares que se sublevaron el 18 de julio y sus adláteres, y luego le tocó el turno, tras la rendición republicana pactada en el crucero británico Devonshire, a los otros. En Ibiza, tres cuartos de lo mismo, los unos hicieron de las suyas y casi destrozan, de no ser, paradojas de la vida, por el poeta Rafael Alberti, todo el valioso patrimonio e imaginería de la catedral, y luego los sublevados comenzaron con la represión que se extendió en la década de los cuarenta con todo tipo de tropelías y el montaje de un campo de concentración en Formentera.

Yo siempre digo, que la memoria histórica que ahora tanto aprovechan unos políticos incautos, es un calcetín al que se le puede dar la vuelta y con el que no se debería traficar; por ejemplo, hete aquí que en el Archivo Histórico Nacional, que se halla en pleno centro de Madrid, en la zona donde están las instalaciones mastodónticas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se encuentran infinidad de documentos de Ibiza, pero hay uno que por lo que significa socialmente, y también por su actualidad, tiene un especial interés. Me refiero a los expedientes que están en la sección documental de la Fiscalía del Tribuna Supremo relativo a los 21 sacerdotes que fueron asesinados entre agosto y septiembre de 1936, demonios para unos, santos para otros, en realidad eran sobre todo personas y con ellos se cometió una atrocidad que no puede justificar ideología alguna. Casi todos estos sacerdotes, como es sabido, están enterrados en la fosa común de la catedral y el Vaticano tiene abierto un proceso de beatificación sobre ellos..

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El vicario Bartolomé Ribas

El expediente con la información para la Causa General de los sacerdortes ibicencos que se encuentra en el Museo Histórico Nacional es la «pieza décima de las Islas Baleares, persecución religiosa 1940-46, Exp. 7, caja 1459». En el mismo, el fiscal instructor de la Causa General que evaluaba los daños cometidos por los republicanos en España quiere saber qué desmanes hicieron en la Baleares y Pitiusas y le escribe al vicario general de Mallorca, quien presto le dice que su diócesis siempre permaneció «fiel a España». Respecto a Ibiza, este vicario le dice al fiscal que aquello es otra diócesis y que él hará una provisión para que le informen. En efecto, se puso en contacto con el vicario de Ibiza que era el licenciado Bartolomé Ribas, quien indica a su colega de Mallorca y al fiscal de Madrid que hará una lista de los asesinatos causados para que se añadan a la Causa General, estamos en el 2 de diciembre de 1940.

Comienza a trabajar el vicario y le manda a fiscal un documento mecanografiado en tinta roja en el que primero aparece el listado con los nombres de los 21 sacerdotes asesinados, siguiendo con la relación de algunos seglares y luego ampliando lo que aconteció a varios de los ecónomos; por ejemplo, Antonio Roig Guasch, de la iglesia de San Francisco Javier en Formentera: fue llevado a Ibiza donde se le paseó por las calles, señala el vicario, «con gran befa y continuos vejámenes. Al llegar el templo de Santo Domingo fue muerto en mitad de la calle por una descarga de fusilería». Dieciocho de los 21 sacerdotes fueron asesinados en grupo, y el vicario sospecha que se utilizaron además de ametralladoras, bombas de mano. El vicario indica también que fueron 89 legos asesinados por sus ideas religiosas o «por ser personas de orden». Las iglesias destruidas completamente en la Isla fueron la del Salvador, la de Santa Eulalia y la de San Rafael, añade que todas las imágenes fueron profanadas y destrozadas. Firma con fecha de 30 de noviembre de 1940.